Javier D. Bazaga

NOTAS AL PIE

Javier D. Bazaga


¿El fin antes que los medios?

13/11/2020

Desde los medios de comunicación venimos tiempo diciendo que los Presupuestos Generales del Estado lo son todo en un proyecto político. Es una máxima que se ha extendido y asentado en el ideario ciudadano. Aprobar unas cuentas que se ajusten a las necesidades de la sociedad supone la ‘bendición’ que necesita todo gobierno para continuar en el puente de mando, y poder desarrollar con holgura su agenda: política, económica, social, educativa… Pero como en casi todo, no solo importa el fondo, también las formas.
El Congreso de los Diputados ha debatido esta semana las cuentas que, en un primer examen, han superado el corte, pero no sin polémica. El apoyo de Bildu y ERC a las cuentas, y con el aplauso con el que fue recibido por una parte del gobierno de coalición –Iglesias y Echenique–, ha reavivado antiguos ‘vetos cruzados’ que creíamos superados, con Ciudadanos como ese otro jugador dispuesto a seguir sentado a la mesa hasta el final de la partida. Ya saben, el típico «si no estás conmigo estás contra mi», o «si pactas con ellos no cuentes conmigo».
Es verdad que llevamos con los presupuestos prorrogados mucho tiempo. Son los de Montoro y no los de Montero los que determinan nuestros destinos, aunque del primero casi ni nos acordemos. Y las circunstancias sanitarias, económicas y sociales, son muy distintas a las que dieron a luz a aquellas cuentas. Pero, ¿vale todo para sacarlos adelante? ¿Se puede pagar el precio?
Albert Rivera se avergonzaba veladamente de la enorme flexibilidad del junco que es hoy su ‘ex partido’. Y el ministro de Transportes, José Luis Ábalos, dejaba caer al mismo tiempo que con esta actitud, la de los vetos, no habríamos tenido democracia. Y es verdad que la cesión de unos y otros consiguió en 1978 este grado de convivencia que hoy disfrutamos –y también degradamos– cada día. Pero claro, si en su momento alguien hubiera dicho que con fachas no, o con rojos no, hoy no estaríamos así.
Pero resulta que gracias a esa democracia también ellos están en las instituciones. Sí, ese era el trato democrático. Y pueden hacer con su voto lo que quieran. Si, no, abstención, e incluso negociar. Como hacen todos, que no se nos olvide. Ahora bien, en 1978 había un motivo, un objetivo, una razón poderosa que justificaba aquella acción: la convivencia. Estos presupuestos, destinados a sacar al país del pozo en el que nos ha sumido esta pandemia, deben tener el peso suficiente para justificar esos apoyos. La única condición debería ser salir de la crisis, «más fuertes y con moral de victoria» como suele repetir el presidente del Gobierno.
No importó si rojos y azules se dieron la mano olvidando atrocidades entonces para construir un país mejor. No debería importar si, después de una ETA derrotada, acabada, aplastada, y aún mejor, desmitificada, un partido residual como Bildu, apoya unos presupuestos si estos consiguen devolver la vitalidad económica, sanitaria y social a un país cansado. Se tragaron sapos entonces, y nos los tendremos que tragar ahora. ¿el fin justifica los medios? ¿Justifica esos apoyos ahora? Solo cabe desear que la debilidad parlamentaria de este gobierno no difumine el reto que tenemos por delante como sociedad.