Jesús Fuentes

ÁNGULOS INVERTIDOS

Jesús Fuentes


El Toledo del ayer

12/07/2020

Han pasado los primeros días tras la desescalada. Los ataques de la Covid 19 no han sido leves por aquí. Como tampoco lo debieron ser la gripe del 18, las muertes por tuberculosis, después de la guerra civil o las pestes que en siglos pasados asolaban tierras y reinos. De todo eso ya ni nos acordamos. Toledo en los primeros días, tras el confinamiento de meses, se parecía a la ciudad de antes. A un Toledo que existió, pero que se extingue lentamente. De momento no se ven grupos de turistas a los que alguien cuente historias de magias y brujerías antiguas. Tampoco nadie habla de la superposición de estilos y expresiones artísticas de la catedral ante la fachada teatral de la puerta del perdón. Nadie teoriza sobre la Jerusalén celestial o sobre las audacias del arte gótico delante de la torre, ahora iluminada en las noches solo en el último tramo. Al resto le han colocado un pijama que imita los trazos y dibujos de la piedra que cubre. En estos días Toledo todavía se nos antoja el de antes. A la ciudad de provincias, que por las noches se vaciaba en un silencio amasado durante siglos. Un silencio que entusiasmó a Bécquer y los románticos y que encantaba profanar a los burguesitos consentidos Lorca, Dalí, Buñuel, Bergamín y amigos.
En los veranos del Toledo del ayer hacía un calor insoportable, como en estos días poscoronavirus. En las casas apretujadas del centro histórico el calor se concentraba y no se marchaba hasta después de la Feria. Allá para agosto, cuando en la Vega o en el Miradero empezaba a correr un aire que reclamaba una rebequita. De aquello ya no queda nada, ni siquiera el aire fresco de las noches de la segunda mitad de agosto. Pero lo que si hemos descubierto en estos días ha sido la calma, una quietud antigua, como de otras épocas.
Desde la calle Sinagoga hasta Santo Tome, bajando por el Arco de palacio y cruzando por el pasadizo de Balaguer, no nos hemos cruzado con nadie. Ese vacío solo era posible antes. Ahora es el lujo de un tiempo pasado, recuperado provisionalmente. Porque pronto se volverá a considerar que el silencio debe ser productivo. Hay que llenar la noche de actividades para que el beneficio del turismo no se limite a las mañanas o las tardes. Pero nos quedará el recuerdo de haber vuelto a vivir, por unos días breves, el Toledo del ayer.