Elena Serrallé

Elena Serrallé


Visita al dentista

26/05/2021

Ayer me tocó visita al dentista. Lo confieso, me aterroriza. Es de esas situaciones en que piensas, ¿y tener que pagar por sufrir? Es que hasta me bloqueo. Entro en pánico.  
Agradezco enormemente cuando se alinean los planetas y accedo directamente sin tener que pasar por la sala de espera, que para mí es como el corredor de la muerte. Saludo casi de manera inaudible porque se mastica el miedo, algunos, los pocos, contestan por educación, pero preferirían no hacerlo y seguir a lo suyo, rumiando su fase previa, mentalizándose para el momento que aguarda al otro lado del pasillo.
Y de nuevo me vuelvo a preguntar por qué no insonorizan las paredes. Ese sonido doloroso porque, convendréis conmigo que duele escuchar esa melodía incisiva que me invita a visualizar una sala de despiece en la que estuviesen descuartizando a alguien. ¿Cómo me voy a concentrar en la revista que suda entre mis manos o en devolver los buenos días al recién llegado?
Pronuncian mi nombre y tengo que mediar en la batalla que están librando mi cerebro y mis piernas, el primero me invita a levantarme, sonreír al auxiliar que me ha llamado y seguir sus pasos, las segundas me proponen escapar corriendo, huir sin mirar atrás, ponerme a salvo.
Al final la razón vence al corazón (y a las piernas) y me coloco resignada en el sillón, estoy vendida. De reojo echo un vistazo a la bandeja que colecciona esos utensilios metálicos a cual más puntiagudo y afilado. Un escalofrío cabalga por mi cuerpo. Sólo me queda rezar.