Domingo Henares

Domingo Henares


Será costumbre

16/05/2021

Maltrechos y doloridos, además de suficientemente disciplinados, nos dejó el estado de alerta que el Gobierno decretó para nuestra mejor defensa del coronavirus que nos rodea. Y estamos dispuestos sin ninguna queja a obedecer las nuevas órdenes que nos vayan dando. El sufrimiento de soledad y el brazo de la ley sobre nuestros hombros nos han hecho muy sumisos. Y seremos muy obedientes cuando nos digan que la noche no tiene límites para la diversión, que cantemos a coro la alegría de ser vacunados, que vayamos acudiendo, aunque con mesura, a los espectáculos que teníamos olvidados. A la locura del fútbol y a la grandeza de los toros, a los placeres antiguos como el solo hecho de programar un viaje. A la felicidad redonda de comentar los asuntos de nuestra vida con los amigos de siempre en los restaurantes y en los parques, en las iglesias incluso, y con la satisfacción (si es que llega) de mirarnos sin mascarillas en el rostro, como llegados a un mundo nuevo, recién estrenado.
Son las desventajas que reporta la obediencia casi ciega a la ley, la de vivir una existencia a cada instante plena de monotonía, con el visto bueno del que manda. Con la cara tapada y la sonrisa oculta todavía, mientras digan los gobernantes que el mundo está bien hecho, si bien se mira. Así de triste, porque una vida que ya no recuerda dónde dejó la libertad que una vez tenía acaba siendo rutina, como un toque de queda que siempre se repite.
Y a ver entonces qué decimos a los niños, cuando nos pregunten la edad más adecuada para ponerse, ellos también, la mascarilla que tendrán un día por costumbre.

ARCHIVADO EN: Coronavirus, Toros