Javier Ruiz

LA FORTUNA CON SESO

Javier Ruiz


In vino veritas

20/10/2022

Dicen que la frase viene de Plinio el Viejo en la antigua Roma y más atrás, en Grecia, de Alceo de Mitilene. Significa que en el vino se encuentra la verdad, aquello que anhelamos y buscamos, pues la vida no es más que una búsqueda permanente de algo que no sabemos ni lo que es. Curiosamente, andado el camino, en ese viaje de regreso a Ítaca que inaugurara Homero de la mano de Odisseo, he ido descubriendo que aquello que más nos acerca y eleva a lo pretendido, aun sin saber ni conocer de qué se trata, es el vino. El Mediterráneo nace en el vino y el olivo y es cuando el hombre baja del árbol y comienza a cultivar la tierra en torno al Tigris y el Éufrates, cuando puede decirse que comienza la civilización. Luego llegaron persas, griegos, cartagineses y romanos y todos derramaron sus ánforas de vino y llevaron su licor a aquellos territorios que conquistaron. Ahora que estoy con Posteguillo y su Roma soy yo, cuán claramente se enjuicia el valor que tuvo el vino desde siempre.
He concluido en San Clemente la IV Feria de la Vendimia que el Consejo Regulador de la Denominación de Origen Mancha ha organizado junto a Onda Cero. He recorrido La Mancha, palmo a palmo, paso a paso, con churretones de sudor sobre la frente y la espalda en este mes de octubre. Y seguimos siendo lo que fuimos siempre… Vid, sarmiento, viña, mar de pámpanas peinadas por un viento infinito. Hablas con los agricultores y están jodidos… Por el agua, los márgenes, la luz y la madre que los parió a todos. Pero también he visto esfuerzo y ganas, dientes apretados por conservar lo que somos y tirar hacia adelante. En esto, tengo que decirlo, me quito el sombrero ante el Consejo Regulador de la DO Mancha y sus trabajadores, la labor excelente que realizan y cómo antes que nadie ven los problemas y buscan las soluciones. Ahora está la guerra de Ucrania, pero antes estuvo la Filomena y la pandemia. Y los viticultores, siempre con el pecho abierto y esperando las granadas.
Hace poco me preguntaba un agricultor qué pensaba del Alto Guadiana. Le dije que en otra comunidad esto no habría pasado, aunque sé de los esfuerzos de la Junta y Emiliano por revertir la situación. Es inaudito que no se tenga agua para regar ni para vivir de lo nuestro. Y más increíble aún que se multe a quien pretende ganarse la vida como en la Biblia, con el sudor de su frente. La frase que más me han dicho estos quince días es «dejen de tocarnos los cojones y trabajar». Y en eso estamos, viendo de qué color caza la perrilla.
La cosecha volverá a ser excelente porque somos vino de nuestra sangre y mosto de la excelencia. Volverán a brillar las pámpanas y los vinos lubricarán sus colores en los ojos de quienes los miren. No hemos tenido bacantes en el camino, pero lo mejor llega ahora, cuando en casa descorches una botella y la compartas solo con quien tú sabes. Caerá el vino entre las ánforas de tus brazos y los cuencos de tus senos.  El vino es infinito y por más que se empeñen y lo pongan difícil, no acabarán con él. Hay que ganar valor añadido y hay mucha gente trabajando en ello, desde Fenavin hacia abajo y en sentido contrario. Un gato se pone junto a mí en San Clemente y observa lo que escribo. Su mirada felina me recuerda la lucidez del vino. Los mejores artículos siempre los escribí bajo su inspiración y efluvios. Si Jesús eligió el vino para derramarse en sangre, poco hay más que decir. Palabra de Dios.