El general De la Róvere es el gran hallazgo de Indro Montanelli. Hallé en la librería Circus una edición de 1977 de Personajes de Montanelli en traducción de Domingo Pruna -al ser libros usados puede uno encontrarse con esquelas, fotografías que el padre dedicó a su esposa lectora, estampas religiosas y anotaciones (algunas feroces) y los libros de uno mismo dados de baja de las bibliotecas públicas y hasta dedicados que terminaron por ser insoportables en la biblioteca de los que saldaron (los colecciono y les hago hueco y me río de mi peripecia, también -y sobre todo- de los libros de mis amigos, generosamente despreciados, quizá sin maldad: la maldad es comprarlos y guardarlos como una vejación vicaria-. De la Róvere es un impostor (delata desde prisión a sus compañeros) hasta que se transfigura y acaba por ser fusilado: alcanza su redención trocando su estafa vital misérrima por su sacratísimo sacrificio antifascista -y basta con recordar a Vittorio de Sica en la película de Rosellini para que nuestra fibra moral más íntima nos haga sentir mejores de lo que fuimos y somos-. Balzac creó a Vautrin, el hombre capaz de redimirse a través de otro, como en un vicariato -evitó la primera tentativa de suicidio de Rubemprè con un discurso moral formidable del hombre que no era: monseñor Herrera. Como toda literatura es rapiña o plagio, los escritores disponen del favor de viajar con ajenos viajes -de otros- sentimentales y cuando lo son propios suelen ser contra otros -caso de Sterne con Smollett, gran cervantista-. Pude reunir una amplia biblioteca de la BAC de libreros de lance -casi una treintena de volúmenes llevaban el mismo ex libris del que guardaré silencio- con glosas a pluma (de esa tinta antigua que ya no se ve) de caligrafía cuidada, por no decir barroca. Montanelli, condenado a muerte y fugado a tiempo (en el tiempo de la guerra) no sólo dejó un periodismo memorable, dejó la historia del Bertoni estafador y ladrón que se ofreció a los nazis para delatar a la resistencia y acabó muriendo con ellos como el gran general De la Róvere sepultado en la catedral entre héroes de guerra. Es el gran vicariato de la literatura.