Ramón Bello Serrano

Ramón Bello Serrano


De la Róvere

28/11/2020

El general De la Róvere es el gran hallazgo de Indro Montanelli. Hallé en la librería Circus una edición de 1977 de Personajes de Montanelli en traducción de Domingo Pruna -al ser libros usados puede uno encontrarse con esquelas, fotografías que el padre dedicó a su esposa lectora, estampas religiosas y anotaciones (algunas feroces) y los libros de uno mismo dados de baja de las bibliotecas públicas y hasta dedicados que terminaron por ser insoportables en la biblioteca de los que saldaron (los colecciono y les hago hueco y me río de mi peripecia, también -y sobre todo- de los libros de mis amigos, generosamente despreciados, quizá sin maldad: la maldad es comprarlos y guardarlos como una vejación vicaria-. De la Róvere es un impostor (delata desde prisión a sus compañeros) hasta que se transfigura y acaba por ser fusilado: alcanza su redención trocando su estafa vital misérrima por su sacratísimo sacrificio antifascista -y basta con recordar a Vittorio de Sica en la película de Rosellini para que nuestra fibra moral más íntima nos haga sentir mejores de lo que fuimos y somos-. Balzac creó a Vautrin, el hombre capaz de redimirse a través de otro, como en un vicariato -evitó la primera tentativa de suicidio de Rubemprè con un discurso moral formidable del hombre que no era: monseñor Herrera. Como toda literatura es rapiña o plagio, los escritores disponen del favor de viajar con ajenos viajes -de otros- sentimentales y cuando lo son propios suelen ser contra otros -caso de Sterne con Smollett, gran cervantista-. Pude reunir una amplia biblioteca de la BAC de libreros de lance -casi una treintena de volúmenes llevaban el mismo ex libris del que guardaré silencio- con glosas a pluma (de esa tinta antigua que ya no se ve) de caligrafía cuidada, por no decir barroca. Montanelli, condenado a muerte y fugado a tiempo (en el tiempo de la guerra) no sólo dejó un periodismo memorable, dejó la historia del Bertoni estafador y ladrón que se ofreció a los nazis para delatar a la resistencia y acabó muriendo con ellos como el gran general De la Róvere sepultado en la catedral entre héroes de guerra. Es el gran vicariato de la literatura.