Editorial

Las llaves del Govern, en manos de los radicales de la CUP

-

La inestabilidad que vive Cataluña amenaza con prolongarse sin visos de solución en el horizonte más cercano. Podrá haber Govern, pero no habrá calma, máxime cuando se da pábulo a aquellos que se apoyan en los violentos para tratar de legitimar sus posturas. Cada vez es más remota la posibilidad de que cristalice un Ejecutivo de izquierdas con PSC, ERC y los Comunes. Los republicanos de Pere Aragonés fían la Presidencia al apoyo de la CUP, cediendo a un chantaje inadmisible que, el tiempo lo dirá, hipotecará su mandato. El cordón sanitario a los constitucionalistas niega un acuerdo con los socialistas y hace que los de ERC miren al extremo del tablero, por aquello de la aritmética electoral, dispuestos a llegar al poder incluso poniendo alfombra roja a los que incendian las calles. Es momento de demostrar alturas de miras, superar posturas cortoplacistas y aislar a los radicales de la CUP, cuyos ‘cachorros’, la formación Arran, están detrás de los disturbios de las últimas semanas en Cataluña. Una violencia que tiende a cronificarse, sobre todo cuando comienza a resultar útil a los que la promueven como medio para conseguir sus objetivos políticos. En este sentido, a los anticapitalistas les salen a cuenta los 137 detenidos desde que empezaron los altercados con la excusa del ingreso en prisión del rapero Pablo Hasél.

Salvo un inesperado cambio de rumbo y por mucho que desde los Comunes se inste a Illa a profundizar en el acercamiento a ERC, la investidura del exministro de Sanidad tiene pocas oportunidades de prosperar. Corresponde, por tanto, a los republicanos sumar los apoyos para conformar un ejecutivo de corte independentista. No le va salir gratis a Pere Aragonés hacerse con el Govern. Junto al respaldo que se presupone de Junts, ha de ceder ante las exigencias de la CUP, que todavía no ha clarificado si formará parte del Ejecutivo o incluso optará a presidir el Parlament. De momento, las súplicas de los antisistemas se ven escuchadas, como las que pasan por limitar la acción de los Mossos. Este fin de semana, las algaradas experimentaban un preocupante salto cualitativo con el incendio de un vehículo de la Guardia Urbana con un integrante del cuerpo en su interior. Resulta curiosa la fórmula de atar de pies y manos a aquellos que tienen que velar por la seguridad en las calles. Cuestiones como la referente al orden público requieren de un análisis pausado, de consenso y de un debate alejado del calor del conflicto y del oportunismo de los intereses políticos. Incluso la, en otros momentos, tibia y vacilante alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, mostraba su repulsa por los disturbios y todos los grupos, en mayor o menor medida, han condenado unos actos propios de la kale borroka. Todos salvo los radicales de la CUP que llevarán en volandas a la Presidencia de la Generalitat a un Aragonés dispuesto a refrendar su buen resultado electoral con un apoyo de dudosa calidad democrática por el que, más temprano que tarde, tendrá que pagar peaje.