Antonio García

Antonio García


Quince años

22/08/2022

En este agosto preapocalíptico se cumplen quince años de la muerte de Francisco Umbral, quien de estar vivo hoy sufriría la muerte en vida que es la cancelación. Esas «uvas doradas» que quiso engarzar en su postrera columna dictada, inconclusa para siempre, son su sol de la infancia machadiano, una elegiaca constatación del paso de las estaciones lícita también para hoy. Hace quince años los periódicos eran más gordos, conservaban el vestigio del blanco y negro en algunas secciones, Bush amenazaba con holocaustos nucleares, ETA seguía activa, el gobierno de Zapatero se malentendía con el galo de Sarkozy por el problema de la inmigración, en el PP (Fraga mediante) andaban a la gresca con la cuestión sucesoria, y triunfaban series como Yo soy Bea. No eran tiempos mejores, pero uno tiene la percepción -equivocada seguramente- de que eran tiempos, en lo noticioso, más variados que los actuales, donde todo se mira al trasluz de las orientaciones sexuales, el cambio climático, el animalismo y el feminismo más fanático. La literatura es una vía de escape, un cobijo contra la actualidad siempre cochambrosa, y mientras aquellos nombres que en su momento cortaban el bacalao hoy andan muy desleídos, con necesidad urgente de nota aclaratoria, el de quienes testificaron esas minucias –y al tiempo se testificaron a sí mismos- sigue más o menos vigente, resguardados en libros, que leídos o no, ya son inamovibles. Como los de Umbral. Andamos todavía a la espera de que un cronista nos pase a limpio y transfigure nuestro misérrimo presente en unas uvas doradas, en unos días azules, una elegía que al paso que llevamos será definitiva y sin auditorio, pues no quedará nadie para leerla.