Ramón Bello Serrano

Ramón Bello Serrano


La hilacha

11/12/2021

Cada vez somos más como la novela corta de Dickens a propósito de la Navidad -con el tiempo uno las desea cortas quizá para no enfrentarte a la vida rutinaria o a la pobreza de espíritu o a las cobardías con las que arrastramos nuestro vivir-. Pero como en la novela de Dickens (que lo es corta) siempre hay sueño. Scrooge se acuesta muy temprano ajustándose un gorro de dormir que es pura hilacha. Se acuesta muy pronto para hacer pasar cuanto antes la Nochebuena y agarra su avaricia en el interior del gorro para poder seguir ordenándola, bálsamo de la herida tan interna que sufre el viejo, tan interna que Scrooge es, en realidad, avaro de sí mismo, nada se permite con tal de proteger esa lucecita moral y diminuta que sabe que atesora entre vergüenza y timidez, allí tan escondida, fortificada entre libros de cuentas y alguna lágrima interna. Scrooge, en cama, parece esperar a sus fantasmas que son evangelistas de un mundo que el viejo detesta (la liberalidad, la compasión y el condolerse (quizá la misma cosa) y la generosidad -el amor por el prójimo es ya un exceso- y que, en el fondo, es lo que le falta, el avaro lo quiere todo, no soporta que le falte nada, no hay plenitud sin acapararlo todo y la avaricia le hará que nada deseche) y aquellos fantasmas son razonables por su cortedad -por ello Dickens escribe un cuento; él, escritor de novelas muy extensas y por entregas, sabe que la conversión de Scrooge es por unos días, el viejo volverá a su onanismo contable hasta el próximo año, volverán los mismos fantasmas y el gorro deshilachado, pero la lucecita moral seguirá brillando y escondida, a su manera, es la lucecita de cualquiera de nosotros, escondida, pero luz al fin- y como finalidad última. Conforme uno va releyendo la corta novela (en realidad una canción, su vocación es ésa, la repetición y su canto, Navidad tras Navidad) va comprendiendo(se) mejor a Scrooge y nuestro paupérrimo mundo, aquella voluntad tarda, nuestra acedía, puede cubrirse con el gorro de noche; y toda hilacha, de ese gorro tan veterano, ampara la lucecita del señor Scrooge, una Navidad tras otra, aunque sea una canción o novela genéticamente tan corta.