Acaba de aparecer la nueva novela de Fernando Aramburu, cuyo título es Los vencejos. El libro trata sobre un profesor de instituto de cincuenta y pico años que decide sui… ¡Perdón! A punto he estado de escribir la palabra prohibida (en prensa hay una ley no escrita que impide hablar de ciertos temas). Además, no pienso leer la novela, porque yo también soy profesor de instituto, tengo cincuenta y tantos y estoy a punto de reencontrarme con mis queridos alumnos. Lo último que necesito es que me den malas ideas. Mejor voy a ceñirme al género al que he dedicado el verano, que no es otro que la ciencia ficción. De joven apenas leía otra cosa, aunque luego lo aparqué por el qué dirán. Pero el hecho de cumplir años hace que las opiniones ajenas te vayan importando menos, lo que se une a la sensación de que uno ya ha completado su currículum, es decir, que ya no tiene nada que demostrar. Así que he vuelto a la ciencia ficción con un regocijo que hacía tiempo que no sentía con otras lecturas más sesudas. A principios de julio leí La puerta al verano, de Robert A. Heinlein, que es una de las novelas más famosas de viajes en el tiempo, e hizo honor a su título devolviéndome a mis años mozos. Luego vinieron algunas más, pero quiero aprovechar para recomendarles la última que he leído. Se titula Proyecto Hail Mary, y su autor es Andy Weir, el mismo de la novela El marciano, que llevó al cine Ridley Scott. Una misión espacial para salvar la Tierra de una catástrofe ecológica, un encuentro con una nave alienígena y una de las historias de amistad y de heroísmo más emocionantes que he leído. Y todo ello servido con rigor científico y sentido del humor. Me faltan palabras para recomendarles que lean este libro.