Fíjate en lo que ocurre, Miguel, Miguel Panadero: que a la hora de hacer un recuento de tu paso por Albacete, para que haya memoria, no cabe un índice esquemático de tu vida en estas columnas. Con tu tesis doctoral sobre la ciudad, tu presencia se hacía cada vez más clara y  extensiva. Algo así como dijo Tertuliano de los primeros cristianos: «somos de ayer y lo llenamos todo». Desde el primer escalón, Magisterio por oposición, hiciste un recorrido fácil por todos los niveles de la enseñanza. Delegado de Educación, hasta ocupar espacios directivos de la Universidad de Castilla-La Mancha. Presidente del Consejo Social, Cátedra y Decanato de la Facultad de Humanidades, entre otros oficios del lugar. Locutor de Radio Popular, presidente del Rotary Club, concejal y director de la UNED. Patrono de la Fundación Campollano, miembro del Instituto de Estudios Albacetenses. Hubieras traído todos los trenes por nuestro barrio de la Estación.
 Y cómo no decir ahora algo que de verdad tiene importancia para un recuerdo de la amistad. Aquel día en el que volvíamos contentos de Madrid, después de aprobar en la Universidad, como alumnos libres, el examen de Lengua con el profesor Criado de Val. Con quien aprendimos (en contra de la Real Academia) que el futuro imperfecto de indicativo (modo de la realidad) de los verbos tendría que pasar al subjuntivo (que es el modo de la posibilidad y del deseo).
  La noche anterior hicimos el viaje en un tren de madrugada, desde la estación por donde tú querías que pasaran todos los trenes, como señal de progreso en Albacete. De todo quedará memoria.