Antonio García

Antonio García


Las mascarillas

01/02/2021

Si no queríamos mascarilla, dos tazas; se contempla la posibilidad (y basta con que se contemple para que se cumpla) de que nos obliguen a reforzar la protección; las mascarillas livianas de un solo uso están obsoletas y vamos hacia las superferolíticas, esas que transforman nuestro morro en pico de ánade. Esto nos lo dicen los políticos, que tienen el privilegio de dictar las normas a mascarilla quitada, para que se les entienda mejor. Justamente las caras que menos ganas tenemos de ver son las que más vemos. Vale decir de ellos que tienen mucha cara, porque por lo que se refiere al resto de los usuarios solo tenemos media. Por el contrario, estamos olvidando muchas caras que antes teníamos fijadas por el contacto diario o perdiendo la posibilidad de ver otras nuevas que podrían suscitarnos flechazo. Al menos dos expresiones populares van a quedarse sin sentido; una, la que asevera que la cara es el espejo del alma: sin posibilidad de acceder a ese panel informativo que es la expresión, encomendamos a la mascarilla sus propiedades, lo que dificulta una lectura fiable. La mascarilla es el nuevo espejo (empañado) del alma; tampoco tendrá sentido decir que me he quedado con tu cara, porque no veo sino un tercio de ella, aunque sí podremos hacer un retrato robot de la mascarilla del delincuente en aras de una identificación policial. En la interpretación de un rostro valía tanto la expresión de la mirada como la de la sonrisa o el rictus alojado en la boca; si ya la boca era de por sí el albergue de las mentiras, ahora lo es doblemente porque miente solapadamente. Solo los políticos mienten, confunden, embarullan a cara descubierta.