Enrique Belda

LOS POLÍTICOS SOMOS NOSOTROS

Enrique Belda


¿Qué tal centrarse más este nuevo año?

04/01/2022

En varias ocasiones me he pronunciado sobre la superación del marco ideológico entre la izquierda, el centro y la derecha. A día de hoy creo que existe un voto comprometido con la ideología que representan los derechos reconocidos para las personas en las constituciones, y otro bando que cree en experiencias frente al sistema, desde varios extremos. Pero la realidad clasificatoria que impone el lenguaje del poder y de la calle obliga a encuadrarnos, a efectos de entenderse, y me sugiere la necesidad de centrarnos, en todo el amplio sentido de lo que significa ser 'de centro'.
Hace no mucho, uno de los profesores castellano-manchegos con más proyección internacional, Díaz Revorio, venía a asociar el centro con la ponderación obligada por la realidad, que se produce al escuchar varias posturas, desde el rigor y la moderación.  Comparto esta visión y me gustaría trasladarla a la práctica. A día de hoy, con la crisis y el desatino campando a sus anchas, debería de significar un esfuerzo casi titánico de integración y autocontrol por parte de toda la clase política, que comenzaría por algo tan básico como es la educación con el adversario. El tono y nivel de la refriega política ha llegado en la última década a un nivel de ordinariez típico de las tabernas, transmitiendo al elector la idea de que todos sus representantes, o todos los candidatos, pueden llegar a ser muy poco fiables, por el cruce de acusaciones y calificativos que los convierte en casi indeseables a los unos, a los ojos de los otros. Y no son así. La gente recuperará un nivel aceptable de creencia en los dirigentes políticos cuando alguien corte esta dinámica y simplemente utilice la educación en el trato con el contrincante. El ojo por ojo de la actualidad, con escaladas de imputaciones mutuas, generará una sociedad ciega.
El centro es reconocer aciertos del adversario, resaltar lo positivo de los pactos sin necesidad de llegar sólo al acuerdo en casos excepcionales. Tiene que haber un momento en el que los partidos renieguen de conseguir el voto de la gentuza que vomita en las redes su odio al distinto, y pide sangre y caña, o arregla el país con una mano en la cerveza y la otra en la entrepierna.
El centro es marcar un nivel de debate distinto del de las vísceras y la mala leche. Suárez decía al comienzo de la Transición que quería convertir en habitual para las instituciones políticas, aquella relación de paz que ya era un hecho en la calle. Así trasladó la tolerancia democrática y el diálogo para apagar los rescoldos del resentimiento de décadas anteriores. Ahora toca fijarse en la educación y buen comportamiento que habitualmente tenemos en trabajos o relaciones sociales al mundo de la escenificación política. 

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