Veamos, el otoño no ha hecho más que comenzar pero es evidente que lo está haciendo entrando como un elefante en cacharrería. Es este un año en el cual el verano ha dimitido muy pronto y no ha opuesto resistencia alguna a la llegada otoñal. Desde hace semanas, casi con el final de agosto, el verano hizo mutis por el foro y abandonó la escena ante un impulsivo y explosivo otoño que aterrizó entre tormentas y otras amenazas meteorológicas junto a los ya endémicos temas de nuestra crispante actualidad política donde se suman marchas neonazis, el debate sobre los delitos de odio, las nuevas polémicas judiciales, el palo económico para los bolsillos de los recibos de la luz y hasta un volcán del que prácticamente nunca habíamos oído hablar, Cumbre Vieja, y que ya es la imagen más vista de estos primeros días de este otoño volcánico y en erupción, poniendo en el mapa de la contemporaneidad la isla canaria de La Palma.
Hacía años, medio siglo, que ese volcán canario no entraba en erupción y ha tenido que ser ahora, en pleno año dos de la pandemia, para que no nos falte de nada, cuando ha tenido que ponerse a vomitar el peligroso contenido de sus entrañas. Lo único positivo de este estallido es que, a la espera de la evolución que los hechos puedan tener en próximos días, el suceso se está desarrollando sin pérdidas humanas. Algo que solo a la ciencia podemos agradecer. Los científicos que advirtieron con tiempo las de las siniestras intenciones del volcán han conseguido, sin duda, salvar muchas vidas. La ciencia, la misma que ha sido capaz de crear vacunas frente al virus en menos de un año, vuelve a ser «el bueno» de esta película de terror.