Editorial

La victoria de Ayuso debe dar paso a una nueva etapa

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La resaca de los comicios autonómicas en Madrid permite realizar un análisis más exhaustivo del resultado que depararon las urnas el pasado martes. La incontestable victoria de Isabel Díaz Ayuso, que superó incluso muchos de los pronósticos que arrojaron los días previos las encuestas, tras doblar sus apoyos y quedarse a sólo cuatro escaños de la mayoría absoluta, deja claro que la estrategia de la cabeza de lista de Madrid ha sido la más acertada, tanto antes como durante la campaña electoral.

La decisión de convocar elecciones anticipadas, que algunos llegaron a tildar como un tiro en el pie ante la amenaza de una posible moción de censura de Ciudadanos y PSOE después de lo que sucedió en Murcia, ha sido todo un éxito para los intereses de Génova. A nadie se le escapa que la gestión que Ayuso ha llevado a cabo a lo largo de la pandemia, con enfrentamientos directos con el Ejecutivo central, adelantándose en muchas ocasiones en propuestas y decisiones, y negándose en banda al cierre de la hostelería, han empujado a una parte del electorado a decantarse por ella. Pero tampoco hay que perder de vista que, si se extrapolan los resultados en clave nacional, el triunfo de Ayuso puede suponer un punto de inflexión y un castigo a Pedro Sánchez por su gestión de la crisis sanitaria y por los pactos con Podemos y nacionalistas, que siempre negó que fuera a cerrar, y que, sin embargo, le llevaron a la Presidencia del Gobierno. 

En la izquierda, el ‘sorpasso’ de Más Madrid sobre el PSOE, con más respaldo -unos 4.000 votos- pero los mismos representantes, ha erigido al partido de Mónica García e Íñigo Errejón como la primera fuerza política de la oposición, empujando a Gabilondo y a Ferraz a cosechar el peor resultado de su historia en la Comunidad de Madrid, donde el triunfo se les resiste desde hace 26 años. La solitaria imagen del que fuera ministro de Educación, una vez concluyó el recuento y tras acabar de perder 13 escaños, resume a la perfección la estrategia de Sánchez, que apostó fuerte por el candidato, pero que se fue alejando según iba avanzando la campaña, al mismo tiempo que los socialistas madrileños cambiaban su discurso y tendían la mano a Pablo Iglesias.

Sin duda, la salida del líder de Podemos de la política activa es una de las noticias del año. Su decisión, que eclipsó en parte el batacazo cosechado por Ciudadanos que ni siquiera consiguió el 5 por ciento para tener representación y que debe, esta vez sí, tomar decisiones, es una salida por la puerta de atrás. Iglesias asumió responsabilidades, pero a nadie se le escapa que estaba preparando el camino y que su futuro podría estar ligado ya a algún proyecto de comunicación. Su discurso radical y guerracivilista también le ha acabado pasando factura. Ahora se abre una nueva etapa, en la que se espera que la tensión y la crispación se rebajen y den paso a la mesura y al entendimiento.