Parece mentira que Iván Redondo, ese gurú sin igual del márketing político y jefe del Gabinete de la Presidencia del Gobierno, no se haya dado cuenta de la virtud que adorna sobremanera a su jefe, Pedro Sánchez. Y es que el presidente siempre que habla, sube el pan. Vamos, que es un gafe consumado, y el último ejemplo lo tenemos con las vacunas contra la Covid de las que España tenía previsto comprar tres millones de unidades para comenzar a dispensarlas en diciembre. Y resulta que apenas un par de días después de anunciar la buena nueva, el laboratorio con el que ya se tenía avanzado el contrato, AstraZeneca, junto con la Universidad de Oxford, paraliza los ensayos tras detectarse que uno de los participantes en la prueba sufre una inflamación de la médula espinal. Pero es que no es el único caso. Cuando el jefe del Ejecutivo desveló en junio vía Twitter que había conversado con los máximos responsables de Airbus, garantizando «un futuro prometedor en nuestro país» para la compañía, pocos días después la multinacional anunciaba cientos de despidos. Y la cosa no es nueva, ya sucedió lo mismo con Nissan, con Alcoa... Yvayan sumando, porque lo de la legislatura le daría a Sánchez para escribir una tesis de su propio puño y letra, y lo digo sin segundas intenciones... Más paro que nunca; el Producto Interior Bruto, en caída libre, la deuda pública, disparada; una pandemia en la que España es líder en infectados, fallecidos y más allá. Un cenizo. Quizá la estrategia debería ser que dijera lo contrario de lo que piensa para que las cosas no le salieran tan mal. Digo yo.