Juan L. Hernández Piqueras

Juan L. Hernández Piqueras


Como decíamos ayer

10/09/2020

Septiembre es sinónimo de inicio de curso, de vuelta a las clases y de final del verano. Desgraciadamente sufrimos el inicio de curso más atípico y a la vez más expectante de cuantos recordamos las generaciones presentes por culpa del coronavirus que nos acecha gestando su temida segunda oleada. Las aulas vuelven a la actividad, abren sus puertas, abruptamente cerradas el pasado mes de marzo, desde las guarderías hasta las universidades donde tal vez, en alguna de ellas a un profesor se le ocurra dirigirse a sus alumnos, en un intento de dotar de normalidad a la anormalidad que preside toda nuestra vida actual, con unas primeras palabras tan sencillas como aquel «decíamos ayer», con el que dicen que retornó a las clases el viejo profesor Tierno Galván, tras haber sido alejado de ellas por la dictadura franquista, y rememorando lo que unos siglos antes vivió Fray Luis de León después de ser procesado por la Inquisición y separado igualmente de sus tareas docentes.
Decíamos ayer, entonces era marzo, que la medida de suspender la actividad educativa, al menos de manera presencial, era necesaria por seguridad y también para que en ese paréntesis que se producía y que cada día se comprobaba que no sería breve, se adoptaran las medidas y se planificase de la mejor manera posible la vuelta a las aulas. El momento de la vuelta ya ha llegado, pero como vemos ni la situación es la que esperábamos ni los temores latentes han desaparecido a un nivel que fuese el deseable y lógico. La sensación de que se ha perdido todo un verano en el que no se ha sido capaz de preparar una respuesta más sólida a la amenaza latente anda tan extendida como el propio virus.