Francisco García Marquina

EN VERSO LIBRE

Francisco García Marquina


El mitin

20/04/2021

En Vallecas se ha celebrado un mitin que ha resultado ‘de comunión general’, como antaño se decía de las celebraciones religiosas en las que los fieles se acercaban masivamente al comulgatorio, pues en la plaza de la Villa ha habido un generoso reparto de hostias.
Fue un acto de Vox en una población cuya mayoría no simpatiza con sus ideas, por lo que recibió una acogida hostil acusándoles de «provocación». ¡Qué concepto fuera de uso! Si la figura del ‘escándalo’ en una chica que se pasea en mini-short ya no es justificante de una agresión sexual, tampoco en las palabras de Abascal hay motivo para condenarle y luego arrearle estopa.
Aquí hubo una utilización táctica del territorio por ambas partes, porque los unos sabían en donde se metían, que era el lugar marcado por los otros como si fuera propio.
Como el derecho de hablar y el de escuchar son irrenunciables, Abascal estaba en el suyo de emitir su discurso, tanto como los vallecanos en el de poder oírle si lo deseaban, con lo que negar o impedir cualquiera de estas libertades es un dictado fascista.
Iglesias se equivocaba al acaudillar al pueblo de Vallecas como si sus habitantes fuesen en bloque oponentes de Abascal, pues en ese colectivo hay naturalmente gentes a favor y gentes en contra. Con lo que al condenar no sólo el contenido sino el hecho del discurso está actuando discriminadamente a favor de unos y en contra de otros de los vallecanos.
Creo que de este mitin se ha sacado una lección explícita muy reveladora. Y no estoy hablando del discurso de Abascal del que hay sobrado conocimiento tanto de sus propuestas radicales como de su actitud de fuerza con el desafiante ‘a por ellos’ que le llevó a la torpeza de aproximarse a sus oponentes. Quien ha dado un gran mitin sobre sus ideas políticas -e inevitablemente, sobre sí mismo- ha sido Iglesias.
Iglesias ha evidenciado su oposición a la libertad de expresión, cuando no es la suya propia. Ha cometido la impostura de alzarse con la representación de un territorio del que él ha desertado y de una clase social de la que él se ha hecho extraño. Como en anteriores ocasiones ha sostenido un discurso teatral y colérico marcando a sus rivales como enemigos.
Nada era espontáneo, porque en política no existe la inocencia. No era el pueblo el que tiraba piedras a Abascal, sino los de la Coordinadora de Acción Antifascista que calentaron las redes, montaron las pancartas y acopiaron la munición, con la bendición de Podemos y el habitual patrocinio de Marlasca que interpuso una escasa zona de seguridad y ordenó moderación a la policía a costa de su pellejo, con lo que consiguió que los agentes recibiesen ese pateo que emociona gratamente a Iglesias.
El mitin fue de Iglesias. Un mitin que trajo otras enseñanzas accesorias, siendo la última la que extraigo de la llamada de la Acción Antifascista para que un grupo de ciudadanos se dedicase al día siguiente a fregar y desinfectar la plaza en donde Abascal habló. No quiero pasarme en la interpretación de indicios y lo dejo a la intuición del lector, pero el cartel anunciador de la movilización era el de una mujer arrodillada que bayeta en mano limpiaba el pavimento.