Juan L. Hernández Piqueras

Juan L. Hernández Piqueras


Ángeles y demonios

03/12/2020

En Argentina la pandemia se ha cobrado ya casi 40.000 vidas humanas, aunque a tenor de lo visto en estos días pareciera que solo un argentino ha fallecido de un tiempo a esta parte. Un solo fallecimiento ha tapado otros muchos miles ocurridos en el país de los gauchos en estos últimos tiempos. Pero claro, es que estamos hablando de Diego Armando Maradona, el futbolista infinito, que no eterno, líder y dios en un país en el que su culto llegó a los máximos extremos de las peores religiones, en pleno diseño secta y en el éxtasis del fanatismo.
La historia de Maradona está se llena de luces y sombras a la vez, su vida futbolística y personal es la intrincada vida de un ángel jugando al fútbol, pero que en lo personal jugaba rodeado de los peores demonios de una fama que le sobrepasó y un estrellato que lo desbordó. Hay un dicho en el mundo del fútbol que dice que se juega como se entrena, pero que en el caso de Maradona sería más bien que en esta vida se muere como se vive, y él vivió siempre al límite rodeado de claroscuros, con el brillo de sus momentos estelares como futbolista en contraste con su desplome personal y flanqueado de polémicas. Baste decir que probablemente será el único gran futbolista de la historia al que se recordará más por un solo gol que por los otros muchos que anotó en su carrera, y que ese gol fue de trampa, con la mano, frente a Inglaterra que, eso sí, los teólogos y cardenales de su propia religión no tardaron en bautizar como el gol de la mano de dios. El ídolo idolatrado entraba en la leyenda a lomos de una trampa, tal vez porque su propia vida fue eso, una farsa.