Óscar Dejuán

Óscar Dejuán


Sabiduría liberal

23/11/2020

La semana pasada se aprobó la octava ley general de Educación en cuarenta años. ¡Bochornoso!, es el calificativo más suave que se me ocurre para describir la forma como se gestó y alumbró ese texto con fecha de caducidad. No menos crispado es el debate sobre el resto de proyectos con incidencia en valores personales e identidades de grupo que el Estado trata de imponer desde arriba.
Algunos solucionan todos los problemas con diálogo. ¡Ingenuos!, es el calificativo más suave que se me ocurre. El diálogo es una pieza clave en la construcción de cualquier comunidad. Pero sí ya resulta complicado en el seno de una familia y de un partido político, ¿cómo vamos a esperar que aúne a la entera comunidad nacional tras el Estado?
La sabiduría liberal arranca de una antropología más realista y simple, descarnada dirán algunos. Mientras el hombre siga siendo hombre, lo máximo a lo que podemos aspirar es a conseguir acuerdos nacionales e internacionales de mínimos. El Estado resulta indispensable para facilitar tales acuerdos, plasmarlos en una Constitución y asegurar su cumplimiento. Todo lo que pase de ahí sobra y habrá de mirarse con suspicacia. Los políticos son hombres como nosotros, no ángeles que sacrifican sus intereses personales y partidistas por el interés general.
La sabiduría liberal bebe de la experiencia de siglos. Deja que hombres y mujeres organicen libremente sus vidas personales y familiares, amén de las asociaciones en las que decidan integrarse voluntariamente. Los que deseen un Estado que organice y uniformice sus vidas desde la cuna a la sepultura y desde la alimentación, a la información y la educación, mejor que se junten en una isla o un continente. Vaticinamos que habrán de cerrarlo pronto, para que los ciudadanos no traten de escapar del paraíso comunista.
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