Antonio Pérez Henares

PAISAJES Y PAISAJANES

Antonio Pérez Henares


Bajo el pedrisco

30/10/2020

Las buenas gentes, asustadas porque asustadas están, le preguntan al periodista, como si el supiera: ‘¿Que va a pasar?’. Y el periodista si es honrado solo puede tener una respuesta. Que no lo sabe, que nadie sabe, pero que esto no es pinte mal, es que ya está negro, negro como un tizón. Que lo único que puede compartir es desazón. Y que de nuevo nos ha caído encima como si no hubiera avisado cuando llevaba avisando, como la otra vez, desde ya hace semanas y hasta un mes.
La tormenta cae y caerá por todas partes. Hoy el pedrisco allí, mañana acá, pero no dejara ni un lugar, ya vale de sandeces, sin apedrear. Andarse con ‘fronteras’ autonómicas es una sublime y aldeana estupidez. La cuestión está en que nadie, y nadie es nadie, sabe ni tiene pajolera idea de que hacer. Porque amen de tomar precauciones, todas las posibles, en realidad y hasta que no haya remedio, o sea vacuna, lo único que se le ocurre a la sociedad del siglo XXI es lo que se hacía en época medieval: encerrarse en casa y no asomarse ni a la ventana.
Que eso si me atrevo a pronosticar. No sé cómo se hará, pero de aquí a dos días estamos volviendo a marzo y al confinamiento. En mayor o menor graduación, pero den por seguro que nos van a ‘arrestar’, sino lo han hecho cuando me lean ya.
Y miren, queridos paisanos, yo ya o al menos hoy, he renunciado, ante el panorama desolador, porque se mire a donde se mire no hay ni guía ni dirección, en esta o aquella medida o solución, porque en realidad y por ahora solución no hay, y menos aún en quien confiar. Así que lo que queda, aunque sea y suene egoísta es ver que hacer uno consigo mismo o todo lo más en relación con el entorno más cercano. Algo medianamente útil, algo que nos impida caer del todo en el pozo de la desolación. Que es fácil decir, pero para muchos es imposible evitar. Porque, aunque eso también se oculte las vidas de mucha gente están sufriendo un destrozo y una angustia que nunca pudieron ni llegar a imaginar. Y ese va a ser el futuro en que vamos a estar. En realidad, aunque no lo veamos, estamos ya.
Me preocupa, pero aún añade preocupación un añadido más. Mucho se hablaba de estar preparados. Pero hay algo en lo que me temo que como sociedad no lo estamos en absoluto. Y es en afrontar la adversidad. Lo supieron hacer nuestros abuelos, nuestros padres, lo que ya tenemos una edad, también, pero las últimas generaciones y no solo las ahora jóvenes, no. Se creía que había como una obligación de que el futuro tenía que ser, a la fuerza mejor. Y ahora vemos, que no. Que eso no estaba escrito en ningún lado.
¿Que cabe ante ello? Pues lo que siempre cupo y quizás hayamos olvidado. Apretar los dientes y luego el binomio perdido, el trabajo y el esfuerzo. Resistir, y no hablo de la cancioncita, sino de la resistencia de verdad y en cuando escampe lo mínimo, salir dispuestos a sudar y a tirar para adelante sin estar a ver que me van a dar sino a ver por dónde puedo yo mismo avanzar. Me parece que no hay otro camino, pero presiento que no es el que se quiere, o por lo menos alguno no, transitar.