Fernando Fuentes

Fernando Fuentes


Digo de Albacete

25/01/2022

Llevamos escuchando que Albacete no es bonito desde que nacimos. Y antes, ya que nuestros padres también lo tuvieron que aguantar. No obstante, hubo un tiempo en el que no se hablaba así de nuestra ciudad. Durante aquellas décadas, nuestro poblachón se estaba transformado en una metrópoli ordenada y bella, como demuestran los escasos edificios -que datan de 1900 a 1940- y que aún siguen en pie, a pesar de todo. Lo demás ya es historia conocida. Desde los años 60 y en adelante, la piqueta acabó con más de cien edificios modernistas, de los que consiguieron sobrevivir apenas una docena. La salvaje especulación urbanística, junto a unas ansias de progreso mal entendidas por parte de las autoridades del peor ladrillazo imaginado, acabaron para siempre con el encanto primigenio de una población que quiso serlo, pero a la que no le dejaron. No vamos a caer en descargos o en absurdas comparaciones con otras capitales mejor consideradas en lo estético con, seguramente, menos méritos. Ni en pasar lista a los aciertos en la planificación de las zonas nuevas desde los años 90; haberlos haylos, pero no reparan ese profundo daño que se hizo al centro albaceteño, despojándolo de sus joyas propias y asimilándolo a esos otros muchos corazones urbanos que parecen adolecer de pálpito por su impersonalidad, vulgaridad e insipidez. La realidad es tozuda y exige reinvención. Pero para devolvernos parte de esa excelencia expoliada, lo primero que debemos de hacer es defender lo nuestro. Se acabó tolerar que cualquiera se atreva a llamar «fea· a la ciudad en la que nos han parido. Y aún menos, nosotros mismos. No podemos ir por el mundo arrastrando tópicos catetos y vendiendo el gran atractivo de Albacete con la cabeza baja y pidiendo perdón porque ésta no sea la ciudad más bonita del mundo. Solamente así conseguiremos quitarnos estigmas caducos y dejar atrás retestinados complejos frente a otros lares que, seguro, sólo nos superan en fachada. Ya se sabe que en hermosura interior no hay quien nos gane…

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