Domingo Henares

Domingo Henares


Arrogantes

20/09/2020

Otra vez, y entre tanto dolor por el coronavirus 2020, algunos parlamentarios debaten sobre el drama de la pena de muerte en su expresión más suave, con la palabra eutanasia que es equivalente y sirve de camuflaje. Son los diputados más arrogantes de la historia, los que se creen capaces de decidir sobre la moralidad de los actos humanos, tanto da si alguien bebe un vaso de agua refrescante, como si espanta una mosca. Lo abarcan todo. Con una altivez aumentativa. Porque, si hay un enfermo con todos los síntomas de una muerte que acecha y con muestras de dolor insufrible, allí acuden. Cuando la Humanidad entera está a las puertas del mayor misterio del hombre. Y hay que guardar un respetuoso silencio de palabra y obra, un silencio reverente, y no inmiscuirse en los últimos latidos de una persona. Ése es su mundo y no es verdad que quien vaya a morir quiera hacerlo cuanto antes. Por eso mienten los diputados y legislan porque tienen el poder en su mano.
Los enfermos llamados terminales no quieren prolongar una existencia dolorosa, sino cambiar la manera última que tienen de vivir. Y por eso es falso atribuirles voluntad de finalizar sus días, cuando se agarran al último aliento que les pasa por la frente. Y traer una decisión tomada en tiempo de lucidez y de salud no vale para un tiempo posterior. La voluntad de acabamiento debe ser confirmada y ya no es posible. Es la hora del silencio y de bajar la mirada.
Más allá de sus funciones constitucionales, nuestros diputados juegan arrogantes a ser dioses. En los límites de la vida, en tierra de nadie.