Hoy estoy de aniversario, de feliz aniversario. Hace exactamente un año que abría el telón de este rincón. Mi chica de ayer ha completado su primera vuelta al sol y el balance no puede ser más positivo.
Paradojas del destino, esta columna ha compartido vagón con el año de la pandemia y de hecho el maldito virus ha protagonizado muchas de mis reflexiones. Sigo sin ver el momento de dedicarle una última que sirva de despedida y de portazo, dicen que ya va quedando menos, quiero pensar que sí.
Alguien dijo que la gratitud es la memoria del corazón. Creo que es buena ocasión para mostrarme agradecida a toda esa gente, mi gente, la que me lee cada semana y que además lo hace desde el cariño pese a que eso reste una importante dosis de objetividad. Es maravillosa la sensación de saber que alguien se ha parado dentro de este mundo azuzado por las prisas a fijarse en mi relato, ha detenido su mirada en mis palabras y ha prestado atención a lo que yo quería transmitir. Gracias por estar ahí, por tanto y tan bonito. Gracias sinceras.
No hay mayor ni mejor recompensa para alguien que escribe que saber que hay alguien que te lee.
Gracias a La Tribuna, personalizando especialmente en la figura de quien la dirige, Javier, por regalarme semanalmente este balconcito en el que mostrarme tal como soy. Me hacéis sentir como en casa. Gracias verdaderas.
Continúo mi andadura por estos lares con el ánimo elevado a la enésima potencia y la mente repleta de ideas que compartir con todos mis lectores. Seguimos.