Elena Serrallé

Elena Serrallé


Menos ya no es más

17/05/2023

Hace unos días alguien compartió conmigo un meme que en un primer momento provocó el dibujo de una sonrisa en las líneas de mis labios, pero que después me hizo pensar.
Venía a decir algo así como «hemos llegado a un punto en que los cumpleaños son bautizos, los bautizos son comuniones, las comuniones son bodas y las bodas son ceremonias de inauguración de los juegos olímpicos» y, sincera y desgraciadamente, no le falta razón al mensaje.
Es más, ahora es tendencia organizar la fiesta previa al nacimiento del bebé, que, obviamente, se denomina con un anglicismo baby shower y que consiste en una reunión en la que los más allegados agasajan a la criatura que está por nacer.
Lo celebramos todo y todo a lo grande, a lo ostentonso, a lo purpurina, a lo faraónico, con fuegos artificiales, con reportajes fotográficos previos y posteriores al día de la celebración alentados por la idea absurda de que más es más. Borrachos con la necesidad de compartir y gritar a los cuatro vientos cuán fantásticos somos y lo que molamos. 
¿Y dónde quedó la sencillez? ¿dónde la esencia? Pues debajo de kilos de confenti, maquillada en exceso por el postureo, enterrada bajo la losa de la frivolidad. Perdida, la sencillez perdida. Disfrazada por los filtros de instagram, ahogada por la estravagancia, secuestrada por una pretensión fastuosa. 
Y lo más preocupante es querer saber hacia dónde vamos, hasta dónde llegaremos, cuáles serán los límites... esa incertidumbre me genera mucha tristeza.