En una ocasión escuché en boca de una amiga, Carmen Lorenzo, que no le importaba en absoluto llegar tarde a la comida que habíamos organizado unos cuantos porque le daba exactamente igual el asiento que quedara libre, estaría a gusto. Cojo prestada esa preciosidad de frase para elaborar la lista de personas con las que deseo compartir mesa y mantel de vida.
Me quiero comer la vida al lado de gente que me transmita tranquilidad, gente serena, gente con luz, de la que mira a los ojos cuando habla, al lado de conversaciones con fundamento y palabras enriquecedoras. Quiero a mi alrededor mentes creativas y soñadoras, risas y sentido del humor en cantidades industriales, para aligerar el peso de mi existencia y desdramatizar los obstáculos del camino.
Quiero en mi mesa personas sinceramente valientes y valientemente sinceras, de las que me riñen si perciben que di un mal paso, quiero manos tendidas a las que agarrarme en la tempestad, quiero hombros que me abracen cuando me sienta pequeña o perdida. Quiero responder a preguntas que se interesan por cómo me siento o qué planes tengo para el fin de semana.
Me alegra contar con almas inquietas, ávidas de nuevas experiencias, sedientas de retos por cumplir, contagiosas de su ilusión por llevar a cabo proyectos. Mentes inconformistas, que sean capaces de trabajar y crear en equipo, que me enseñen y me aporten, que me sumen y me ilustren, que me acepten y toleren mis torpezas.
Ese, ese es el tipo de gente con la que deseo brindar en mi mesa.