Eloy M. Cebrián

Eloy M. Cebrián


Soy un negacionista

30/10/2020

Me remito al título: soy un negacionista. Como usted, como todos. Aunque no exactamente, porque están esos negacionistas de la variedad idiota en los que no pienso gastar tinta. Los que me interesan son los que se parecen a usted y a mí y a casi todo el mundo. Los que no acabamos de aceptar esta catástrofe que es tan inmensa como la muerte de un ser querido y preferimos negar su alcance, subestimar sus consecuencias. Pretendemos pensar en todo esto como en un paréntesis. «Esto no puede ser para siempre», nos empeñamos en pensar. «Inventarán la vacuna y todo volverá a ser como antes». O nos decimos que lo que estamos viviendo no es más que un mal sueño, como el niño que ha perdido a sus padres en un accidente de tráfico y se niega a aceptar que no va a volver a verlos. ¿Acaso no es el mecanismo de la negación una de las fases normales del duelo? Pero quizás ha llegado el momento de comprender que estamos despiertos y no hay vuelta atrás. Y el primer paso hacia la aceptación consistirá en admitir que no estamos viviendo un paréntesis, sino un punto y aparte. Así se lo digo a mis alumnos del instituto: «Esta es nuestra guerra. Ya tenéis una batallita que contar a vuestros nietos». Ríen tras sus mascarillas, pero enseguida asumen un gesto pensativo. Saben que tendrán que decir adiós a las formas de ocio que conocen, y que los modos de concebir el trabajo serán distintos de las actuales. Adiós a los medios de transporte atestados de gente. Adiós a las aulas y las oficinas abarrotas. Adiós a las barras de los bares y a las tardes de terraza. Adiós a los botellones y a las juergas tumultuosas. Adiós a Benidorm y al Santiago Bernabéu. No sé que vendrá para sustituir a todo eso, pero quiero pensar que no será necesariamente peor.