No hay nada nuevo bajo el sol. La Covid-19 es una reedición corregida y aumentada de Las Siete Plagas de Egipto, pero a nivel mundial. Resulta extraño que las religiones no estén aprovechando la ocasión para arrastrar de rodillas a sus fieles, gimiendo y llorando en solicitud del perdón divino. Lo que ha pasado a la Historia, como Las Siete Plagas de Egipto, es probable que se extendieran a todo el globo terráqueo, pero como en aquellos tiempos no había televisión ni se viajaba en avión y las gentes no se movían como en la actualidad, apenas sabían algo de lo que ocurría fuera de su círculo vital.
Es muy posible que la pandemia del Covid-19 tenga sus antecedentes en aquellas plagas bíblicas, pero como entonces solo se podía recurrir a los Dioses y no a la Ciencia, los Faraones se dedicaban a almacenar trigo y demás alimentos de primera necesidad para asegurar la subsistencia de los ricos y los poderosos, que formaban la clase dirigente, mientras el pueblo se moría a chorrillo. Como ocurre ahora, aunque entonces en el más profundo anonimato, por la nula comunicación entre gobernados y gobernantes.
A la primera y la segunda «oleada» del Covid-19 seguirán otras -¿siete como en Egipto?- y así hasta que se descubra una vacuna eficaz, al alcance de todos y no sólo para los ricos que las puedan pagar y los políticos que harán de ella una mamandurria más de las muchas que usufructúan. De nada sirve vivir acojonados porque lo que deba ser será, sin que podamos hacer gran cosa por evitarlo. Y los que queden cuando esta tragedia finalice, por vía científica o porque el virus criminal se agote, ahíto de devorar vidas humanas, todo quedará en el olvido y el hombre seguirá siendo el lobo del hombre por los siglos de los siglos.