Elena Serrallé

Elena Serrallé


No es egoísmo, es dignidad

11/05/2021

Y de repente llega el día en que despiertas y tus heridas ya están cerradas, ya no sangran. Sólo las cicatrices que te recuerdan que hubo un tiempo de dolor en el que incluso respirar suponía un esfuerzo sobrehumano y solo deseabas cerrar los ojos, sin importarte el tiempo que estuvieran en oscuridad, unas horas, unos días... una eternidad. 
Y es ese día el preciso instante en el que te das cuenta que ya no importa qué pasó o qué vaya a pasar porque, independientemente de los planes que la vida diseñó para ti, vas a poder, podrás, siempre pudiste, pero ahora eres consciente de ello. Ahora eres imparable. Te has convertido en tu mejor versión.
Nos educan inculcando el valor de evitar ser egoístas y a veces lo llevamos al extremo de olvidar querernos a nosotros mismos, qué grave error. Si derrochas en generosidad corres el riesgo de enterrar tu autoestima y necesitar la aprobación constante de los demás y no, no es sano vivir pendiente de la puntuación que tengan a bien otorgarte jueces ajenos. Es agotador. Lo complicado, y al mismo tiempo deseable, es conocerte a ti mismo, ponerte a prueba tú, demostrarte y exigirte a ti, juzgarte y reconocer tu esfuerzo sin esperar que otros callen o aplaudan. No prostituyas tu valor, no cometas la temeridad de depositarlo en mentes mediocres que no dudarán en hundirte sin el menor criterio. No te traiciones ni expongas tu honor. No te falles ni te vendas a otras opiniones. Cuídate como cuida una madre de sus hijos.
Y no, no es egoísmo, es supervivencia. Y no, no es egocentrismo, es dignidad.