Eloy M. Cebrián

Eloy M. Cebrián


El mapa y la brújula

16/07/2021

Quienes nos dedicamos a la creación literaria sabemos bien que se puede escribir con mapa o se puede escribir con brújula. Los escritores de mapa son aquellos que planifican cada parte de sus proyectos de forma minuciosa antes de encender el ordenador para teclear el primer renglón. La inspiración de este tipo de literatos es Gustave Flaubert, quien dedicó tanto tiempo a preparar su Madame Bovary, a trazar los personajes, a cerrar la trama, a visitar los escenarios de su historia y a mil tareas más que, seguramente, cuando llegó el momento de escribir la novela, ya la tenía entera en la cabeza. Un ejemplo de todo lo contrario sería el de Juan José Millás, quien cuando comienza a escribir ni siquiera sabe si lo que está empezando es un relato o una novela y va avanzando sobre la marcha, al albur de la inspiración y de los que los personajes le van pidiendo.
El caso de Millás es extremo, pues viene a equivaler a que a uno lo abandonen en medio de un bosque a medianoche y con los ojos vendados, y le pidan que vuelva a la civilización. Hay una forma de trabajar intermedia que sería la escritura con brújula. Un amigo escritor la compara con la aventura descender un río en piragua, conociendo de antemano el lugar del que partes y al que quieres llegar, así como algunos de los afluentes y de las escalas intermedias. En cuanto a las corrientes, obstáculos, islotes y afluentes menores, por no mencionar la fatiga del remo, el desaliento, las innumerables tentaciones de rendirse… todo eso lo conocemos de un modo abstracto, pero ignoramos cómo es en la realidad. Muchas partes de una historia son una incógnita hasta que llegas a ellas, mucho de sus personajes son perfectos desconocidos hasta que llaman a tu puerta. En este tipo de cosas es donde reside el placer de narrar historias.