Eloy M. Cebrián

Eloy M. Cebrián


Taller de escritura

03/07/2020

Durante este curso recién terminado he impartido un taller literario que ha durado nada menos que nueve meses, a razón de dos horas semanales. Dudaba yo que mis conocimientos sobre la escritura fueran a alcanzar para tantas horas de taller, pero al final, si me apuran, nos ha faltado tiempo. Claro que he tenido ayuda. Los primero que aceptaron echarme una mano fueron mis narradores favoritos, que se han ido turnando para iluminarnos con su genio y su magia. Hemos recibido las visitas de Borges y Cortázar, de Poe y Herman Melville, de Gógol y Chéjov, de Raymond Carver y John Cheever, de Baroja y Aldecoa, de Muñoz Molina y Juan José Millás… Y así hasta más de un centenar de autores que nos han revelado sus secretos sobre el arte de contar historias de la mejor forma posible, es decir, a través de sus relatos y novelas. Pero los auténticos responsables de que este taller haya merecido la pena han sido los propios alumnos, cuyo entusiasmo y tesón han hecho posible que nuestras reuniones semanales se convirtieran en un auténtico manantial de historias, en páginas y páginas de relatos, ficciones y sueños. Y ello a pesar del maldito coronavirus, que nos alejó físicamente pero no impidió que la llama creativa siguiera ardiendo. Por ello quiero dedicar esta columna a Paqui, a Carmen, a Sandra, a José María, a Paco y a Miguel Ángel, a quienes les dije «hasta pronto» este mismo lunes. Y también a los que no pudieron quedarse con nosotros hasta el final pero nos dejaron sus historias y muchos buenos momentos. Quizás el curso que viene volvamos a vernos. Por si acaso, y puesto que estarán leyendo esta columna, quiero que sepan que solo hay una cosa mejor que la literatura, y me refiero a la literatura entre amigos.