Paco Mora

Paco Mora


Recuerdo de un gran torero

04/06/2022

Pongamos que les hablo de mí. Pero no para echarme flores de necio, que no otra cosa son las autoalabanzas, sino para recordar la primera vez que pisé la arena de mi querida plaza de Toros de Albacete vestido de luces. Luces un poco apagadas de un vestido sudado por Chicuelo II, que cuando vio el traje que me había enviado El Tortas de Madrid exclamó: «¡Tú no te pones ese pingajo el día de tu debut. Vente a mi casa!». Y me hizo probarme varios ternos, naturalmente ya usados por él, y ambos decidimos que el más apropiado era un rosa y plata en buen estado todavía, a pesar de los arrimones que Manolo se había pegado con él puesto.
Y de rosa y plata hice el paseíllo, y de rosa y plata recibí aquella tarde del 3 de agosto de 1952 ocho o 10 volteretones, de tal guisa que, cuando al día siguiente fui a su casa a devolverle lo que quedaba del terno, señaló el cubo de la basura y me espetó: «Échalo ahí». Era un auténtico pingajo. El día antes de mi primera aventura de luces, cuando me lo entregó envuelto en un pañuelo de hierbas, y le pregunté cuanto me iba a cobrar, me dijo: «Si los toros te lo rompen por delante nada, y si te lo rompen por detrás ya veremos». Naturalmente el vestido había quedado hecho unos zorros, destrozado por delante, por detrás y por los lados. Era un auténtico pingajo empapado en sangre ya reseca. No me quiso cobrar nada. Precisamente ahora se van a cumplir los 70 años de esto que les cuento. Después de tantos años, el recuerdo de Chicuelo II sigue vivo en mi memoria.
Así era aquel torero pequeño de estatura, pero grande de corazón. Todo valor, generosidad y bonhomía. Se estrelló en un avión en Bahía de Montego cuando viajaba a la América taurina.