Antonio García

Antonio García


La memoria

29/03/2021

Ya se ha iniciado el proceso para eliminar la memoria del currículo de los educandos, sustituyendo el modelo enciclopédico por otro más práctico aplicable a la situaciones cotidianas. Ayunos de memoria, las generaciones futuras habrán de conformarse con el entendimiento y la voluntad, potencias anímicas que no requieren de libros sino que son asequibles por ciencia infusa. De este modo el gobierno aspira a medirse en las pruebas Pisa con pueblos como el finlandés -al que han tomado de modelo-, que si ha podido triunfar sin echar mano de la memoria es porque no la necesitaba, toda vez que no disponen en su acervo histórico de un listado de reyes godos como nosotros. La paradoja es que un gobierno tan aficionado a ejecutar la memoria, bajo el nombre de histórica, se haya decidido a suprimirla como vía de aprendizaje, quizá por considerar que todo aquello que no se refiera al franquismo no es imperioso recordarse. Con ello se elimina una carga de esfuerzo al estudiante y de paso se ahorra en disgustos, pues no hay memoria que no contenga un punto oscuro de desgracia. Es obvio que los pueblos sin memoria son mucho más felices y que un esfuerzo memorístico resulta superfluo cuando tenemos el mundo, sus fechas y sus nombres encerrados en el móvil. Desconocer la historia de memoria solo puede acarrear a lo sumo confusiones como la del ayuntamiento de Palma, que relacionó a Gravina y a Churruca con el fascismo, patinazo del que luego ha reculado ante la rechifla general. La aplicación rigurosa del nuevo currículo traerá como resultado unas generaciones incompetentes en cultura pero muy aptas para asumir cargos políticos.