Fernando Fuentes

Fernando Fuentes


Lo de la luz

02/02/2021

Tan estupefactos como cabreados. Ya somos miles los albaceteños que hemos recibido el primer gran disgusto del año. O será el segundo. Quizá ya el tercero. Al menos aquí no hemos sufrido terremotos. De momento. El 2021 ha despuntado de tal manera que estamos a solo medio mal rato más de empezar a echar de menos al 2020. Nos dijeron que - ¡oh, casualidad! - durante los días de Filomena nos habían subido el precio de la luz. Hasta en un 27% más. Y no nos quedaron más bemoles que gastar más vatios por los muchos grados bajo cero que sufrimos en la estepa albaceteña durante más de una semana. De lo que no nos advirtieron fue que íbamos a sentir como una puñalada trapera se hundía en nuestro bazo al ver la factura correspondiente a primeros de enero. Lo de, así de sopetón y sin más explicación, tener que asumir cerca del doble -sí, un 50% más, muy lejano de ese porcentaje advertido- tiene un nombre. Se llama atraco. A todas luces y a mano armada. Si a ello le sumamos que los españoles -todos, menos los políticos- estamos atravesando por una de las peores situaciones económicas que se recuerdan, esto es una canallada ante la que tendríamos que reaccionar. Lo primero sería preguntarnos cómo es posible que un Gobierno -tan progresista y sensible ante lo social, como dice ser el de Sánchez & Iglesias- ha consentido que las eléctricas -todas y sin excepción- hayan sido capaces de cometer tamaña tropelía, dándoles una palmadita en la espalda. Y con premeditación y alevosía, ni siquiera han necesitado acudir a la nocturnidad. Solo se me ocurre pensar que quizá lo han permitido porque realmente son dichas compañías las que mandan en España, en vez de ellos. O que a algunos de nuestros actuales gobernantes ya se les hayan prometido sabrosos puestos en los consejos de administración para que una vez que dejen el chollo político se les sigan encendiendo las luces a final de mes. Lo de las puertas giratorias rotuladas de neón rosa flúor, vaya. Ahora pienso en Pablo. También en Irene. Y en su factura filoménica. Siento cierto alivio al pensar el pastizal que habrán tenido que apoquinar a resultas del casoplón del que presumen. ¿Y si les pidiéramos que la hicieran pública? Porque ellos pagarán su luz como usted y yo, ¿verdad?