Juan L. Hernández Piqueras

Juan L. Hernández Piqueras


Triste hipocresía

23/07/2020

En pleno julio no hay nada nuevo bajo el tórrido sol manchego de Albacete si exceptuamos la maldita pandemia que convierte todo en nueva normalidad. Desde lejos observamos el devenir de un verano más, pero fijando la vista la fotografía resultante nos muestra que todo está bajo el influjo de ese virus que nos robó la primavera y se dedica a roer el verano como siniestras termitas voladoras que invaden nuestras vidas. Pero a excepción de ese virus y sus consecuencias todo sigue igual desde hace años; como desde hace años veíamos, si queríamos y no girábamos la vista hacia otro lado, la imagen y el problema de los asentamientos de los inmigrantes temporeros que esta vez ha estallado y se ha convertido en noticia porque el miedo al coronavirus ha prendido la mecha de un polvorín que hasta este verano, en un ejercicio de triste hipocresía, la ciudad prefería ignorar.
En las personas de estos temporeros, porque son personas independientemente de las condiciones de vida de las que se les dota, se hace realidad de manera más cruda que en muchas otras la dramática disyuntiva de tener que optar entre morir por la enfermedad o morir de hambre. Son un colectivo altamente vulnerable en una situación como la que nos rodea; cada año en condiciones como las que viven en estos inhumanos asentamientos ya eran fácil presa para tales infortunios y esas inaceptables circunstancias de vida ahora, con la pandemia, todavía se han acentuado dramáticamente. Llegados a este punto es el momento de una respuesta humana, de unas alternativas políticas sociales, tomadas no por miedo al virus que hoy acecha sino por la necesidad ética y solidaria de un mañana mejor.