La Feria es sentimiento, pasión e ilusión. Son los días que los albacetenses se han acostumbrado a vivir con el corazón; así lo han mamado y así se ha transmitido de generación en generación. Pero este año, como ya ocurriera el pasado, todavía no es posible dar rienda suelta a ese corazón que late bajo las influencias de las tradiciones festeras, los sentimientos de la tierra en que nacimos o el homenaje a nuestros ancestros más enraizados. El Covid asesino, que persigue la cifra del millar de albacetenses arrancados de sus hogares, de su gente, de la vida en sumo, sigue ahí, nada agazapado y todo insolencia, aunque si es verdad que frenado de forma importante gracias a la vacuna. Pero aún sigue amenazante y por tanto la premisa de esta Feria No Feria no queda más remedio que supeditarla a la razón. Hay muchas ganas de Feria, mucho anhelo por recuperar el sitio y el lugar del que nos desplazó el virus, pero no queda más remedio que seguir entendiendo que en estos momentos la cabeza deberá prevalecer sobre el corazón. Más que nunca hay apetito de diversión, y está justificado por lo que el maldito virus nos está robando desde que hizo su funesta aparición, pero la Feria No Feria nos exige afrontarla con la razón por delante en beneficio de todos.
Es Feria, sí, pero no del todo. La pandemia ha convertido estos tiempos dramáticos en una época de contrasentidos y anormalidades, unos tiempos de Fallas en septiembre o de San Fermines sin toros en las calles pero con botellones en las plazas. En medio de la tempestad  pandémica somos tripulantes de nuestro propio barco. Naveguemos pendientes de la brújula de nuestra propia responsabilidad.