Elena Serrallé

Elena Serrallé


Dime tu nombre y haré reina en un jardín de flores

30/11/2022

Haced la prueba, preguntad en vuestro entorno cuál es la palabra más bonita del mundo, posiblemente escucharéis en repetidas ocasiones respuestas como amor, gracias, amistad, madre, vida, beso, incluso chocolate o vino y tantas otras opciones que, verdaderamente, resultan preciosas. Sin embargo, existe un estudio realizado por no sé qué Universidad, disculpad, «prestigiosa» Universidad (parece que así adquiere más rigor el estudio), que determina que la palabra que resulta más bonita para los oídos de cualquier persona es su nombre en labios de otra.
Y creo que es cierto y también creo que es muy importante y mejora mucho nuestra imagen el esfuerzo que hacemos cuando prestamos atención y cuidamos recordar el nombre propio de alguien que acabamos de conocer y al que, con el paso de algún tiempo, volvemos a encontrar y sorprendemos verbalizándolo en el saludo. Provocamos cercanía y confianza, transmitimos interés, demostramos en ese mensaje tan sutil que esa persona nos importa. Captamos su predisposición a querer saber qué tenemos que decirle.
Incluso he podido comprobar que en una discusión, en un debate y hasta en una negociación, pronunciando el nombre de quien discrepa de nuestro punto de vista o postura, conseguimos cierta relajación.
Al fin y al cabo nuestro nombre es nuestra identidad, nuestra carta de presentación. Escucharlo es estar alerta, receptivo al mensaje, tanto si es positivo como negativo.
Escuchar tu nombre en boca de la persona que amas es, sencillamente, tocar el cielo con la punta de las manos. Otro nivel.

ARCHIVADO EN: Préstamos