Se lo decía minutos después del Riazorazo a mis amigos Luis Castelo y Juanma Sevilla, la victoria ante el Coruña es la mayor hazaña en la historia del Albacete Balompié. Contra todo y contra todos, el Alba sacó adelante el partido más difícil en sus 82 años. El albacetazo del pasado domingo, con la encerrona federativa que se nos hizo, es de leyenda y demuestra de lo que somos capaces de hacer como equipo, pero también como pueblo. El Albacete vuelve a su casa natural que es la Segunda. Me imagino el alegrón del accionista de control, Georges Kabchi. Al final es quien se juega el dinero. Kabchi sueña, como nosotros, con colocar al Albacete en Primera. Y lo conseguirá. Ya lo tuvo a tiro en el año 2018 con aquella temporada de los Tomeu, Bela, Febas o Zozulya, que olía a ascenso. Y cómo no alegrarme por el vicepresidente y CEO del Albacete, mi amigo Victor Varela, uno de los grandes gestores deportivos de España y persona que nos ha ganado el corazón a los albacetenses. Alegría inmensa por lo que supone también para la historia del Albacete Balompié, tan fecunda en grandísimos jugadores. Recordaba con nuestro Juanito que junto al mítico Arsenio Iglesias y el uruguayo Dagoberto Moll, los tres vistieron las camisetas del Alba y del Deportivo. Al final del partido, que vivimos con gran intensidad abrazándonos todos los hermanos, llamé emocionado al alcalde y al vicealcalde, también al presidente de la Diputación, para felicitar en sus personas a la ciudad y provincia de Albacete. Pero sobre todo quise compartir con ellos que no es un triunfo aislado de una sociedad anónima deportiva. Es el éxito de toda una ciudad y de una provincia. Albacete cuando cree en sí misma es invencible. Gracias Alba por haber avivado el orgullo de ser de Albacete. No lo pudo expresar mejor el maestro Casimiro Ortega en la letra de tu himno: «entre todos bordamos un corazón en tu escudo campeón». ¡Nuestro Albacete Balompié!