José Juan Morcillo

José Juan Morcillo


Demofobia

21/10/2020

Estoy convirtiéndome en lo que nunca he sido, en lo que nunca imaginé que podría ser. El hecho de pertenecer al grupo más vulnerable en el caso de contraer el coronavirus, la ansiedad que me provoca ver por la calle a personas de todas las edades, y principalmente jóvenes, actuando con una irresponsabilidad infame como si el riesgo de contagiarse y de contagiar el virus no fuera con ellos, y, por último, la infoxicación a la que nos esclavizan los medios como si fuésemos ocas cuyo miedo hay que engordar con cifras de contagiados, de muertos, de pobres, de ruina, todo ello me está abocando irremediablemente a huir del contacto social, de lugares medianamente masificados, de ámbitos públicos cerrados, y a volver a la protección segura de mi casa y al trabajo solitario y callado en mi despacho.

La puntilla a todo esto nos la dan los políticos, estancados en el fango de insultos que siguen lanzándose entre ellos como pellas de cieno, políticos sucios de corrupción y de vergonzosas intervenciones públicas, desde la Cámara Baja, que abochornan a todos los ciudadanos. No hay unidad entre ellos para vencer la pobreza y la ruina económica en la que ya nos estamos ahogando; hay sed de revancha y hambre, mucha hambre de poder.

El especialista afirma que sufro demofobia. Un lugar cerrado y poco ventilado con mucha gente, un restaurante con demasiados comensales, una calle saturada de paseantes me provocan ansiedad. Huyo de los viajes, voy al supermercado en horario de baja concurrencia de clientes, hace meses que no acudo al cine, y, ya en casa, apenas enciendo el televisor y me conecto a las redes exclusivamente por motivos de trabajo.

Durante el confinamiento que comenzó en marzo, deseaba salir a la calle, esperanzado, para relacionarme con mis vecinos y amigos; tras el caos que estamos sufriendo desde que comenzó el verano, desengañado, solo deseo estar al abrigo de mi hogar y encerrarme en él como un oso solitario para aletargarme ahora que las lluvias y las primeras nevadas oscurecen los cielos y enfrían las fachadas.