Enrique Belda

LOS POLÍTICOS SOMOS NOSOTROS

Enrique Belda


¿Cómo ayudamos a los de 20 años?

09/03/2021

Responder a esta pregunta llevaría miles de páginas. Entiendan, entonces, que tan solo quiero apuntar alguna idea para solidarizarme con la gente de esta edad que trato profesionalmente y que ha estado señalada, directa o indirectamente, como un foco principal de transmisión en la pandemia. Habrá habido casos, claro, pero en este año ninguno me ha tosido encima en el supermercado sin mascarilla, ni ha sobeteado la verdura sin guantes ni conciencia antes de cogerla. Tampoco han sido de esta edad, sino preadolescentes y personas mayores, los que me he cruzado por las calles sin mascarillas. Yo creo que para el porvenir que tienen, bastante concienciados andan y no les faltan las ganas de pensar y colaborar, siempre que se les trate como a adultos (en primera fase, pero adultos).
Lo que pasa es que se pretende perpetuar en su generación patrones fracasados de comportamiento social, político y económico. Les pondré uno de tantos cientos de ejemplos que se me ocurren, como muestra de lo que me refiero. Ningún/a estudiante con dos dedos de frente, y con un mínimo hábito de trabajo, defiende ya que la igualdad sea que una vez que es posible el acceso a la universidad, se repartan las becas entre todos, aunque los receptores no hagan nada. Determinados políticos siguen sosteniendo que las becas han de ser universales (yo también) pero se niegan a admitir que eso supone dar doscientos por barba en vez de mil al que trabaja (no al que vale, que es temprano para saberlo a esa edad, al que trabaja).
Este enfoque, llamémosle con la evasiva palabra ‘socializante’, provoca el fracaso de quien se está esforzando en sus estudios, pero necesita más dinero para una vida universitaria mínimamente digna y, sobre todo, le desanima porque al gastarse los fondos de becas en este reparto por lo bajo, él o ella no van a poder nunca especializarse para entrar en el mercado de trabajo. Ganará, como siempre, el que tenga una familia que se lo pueda pagar, trabaje o no, valga o no.
Esta nueva generación no se deja ya llevar por la mentira de que todos los recursos son ilimitados bajo soflamas generalistas de educación pública gratuita: igual que se cabrea si ve que no se dan becas a los escasos recursos en primero de carrera, se enfada cuando observa que pasan los cursos de grado y recibe lo mismo el que aprueba bien y el que trapisondea convocatorias. Les transmitimos un mensaje que luego cala en las urnas: la responsabilidad y el trabajo se someten siempre al buenismo y comodidad de una mayoría convenientemente guiada, y al que compite y tiene éxito se le cataloga de egoísta. Mal planteamiento de futuro.