Javier D. Bazaga

NOTAS AL PIE

Javier D. Bazaga


El suelo que pisamos

12/02/2021

Sé que de esto ya se ha hablado mucho esta semana, pero yo aún no, salvo en los círculos más cercanos, y, para qué engañarles, me apetecía un desahogo, que para eso también me dejan esta humilde pero querida tribuna.
He oído vociferar, gritar e insultar tras las afirmaciones del vicepresidente del Gobierno de España de que en nuestro país no se puede decir que exista una «normalidad democrática». Lo repito, afirmaciones del vicepresidente del Gobierno de España, que ahí es nada. Y si está ahí, será porque existe algo de normalidad en nuestra democracia.
España ocupa el puesto número 22 en el ranking de países con plena democracia. Cierto. Y es legítimo poder exigir estar entre los diez… qué digo diez, entre los cinco primeros, que para eso somos españoles. Es cierto que podemos mejorar, que podríamos estar más cerca de los primeros. Pero una cosa es reclamar una mejora de nuestro sistema democrático, que decir que presenta anomalías.
Aún podemos avanzar en la conquista de derechos sociales; podemos avanzar en programas educativos; podemos avanzar en la consolidación de un sistema público de salud que se ha demostrado indispensable, e indiscutible, con esta pandemia; podemos avanzar en bienestar y servicios sociales. Podemos avanzar en muchas cosas,  y por eso es mejorable, pero no anómala, para nada anormal.
Podemos cuestionar la velocidad de su evolución, pero no los cimientos que la sustentan. Una Guerra Civil que enfrentó no solo a distintos bandos, sino a compatriotas y a hermanos, abonó lo que años más tarde, tras muchos años de oscuridad de dictadura, hombres dialogantes y dispuestos a darnos a las generaciones posteriores una esperanza, una oportunidad, un progreso, supieron ponerse de acuerdo. Quisieron ponerse de acuerdo. Había un interés común. Había que salir del hoyo. ¿Acaso ahora no?
Es desolador que en el seno de un gobierno una ministra de Exteriores tenga que enmendar las declaraciones de un vicepresidente que ha dado alas a un país «democrático» como Rusia, que mantiene entre rejas a un opositor que ha sido envenenado por enfrentarse a Putin. ¿Son de la misma opinión? Quiero creer que no, pero su ambición perjudica a todo un país. Nos perjudica a todos. ¿Recuerdan lo del país de pandereta? Candidatos a elecciones autonómicas en la cárcel, fugados en Bélgica y un vicepresidente minando las instituciones desde el Ejecutivo.
Entre medias tenemos esas elecciones en las que «la foto de Colón del independentismo», en palabras del candidato del PSC, ha confeccionado un cordón sanitario que no es más que la representación del ‘antídoto’, anti PSC, anti Illa, anti España… En definitiva, la ‘antipolítica’. Un esfuerzo denodado por diferenciarse que al final provoca que se queden al margen de todo. Del país, de las instituciones y, lo peor, de los ciudadanos de los que ya han cortado todo vínculo en busca de su utópica independencia. Se pude dudar de los pasos que damos, se puede dudar de la dirección que tomamos, podemos dudar de quién nos acompaña en el camino, pero si dudamos del suelo que pisamos, al final resbalaremos.