Desde el lunes pasado, por el canal 2 de Televisión Española empezó a discurrir lo que puede llamarse un viaje a ninguna parte, una aventura imposible por tierras movedizas, un sueño del que nadie todavía se ha despertado. Se trata, nada menos, que de la ilusión de cualquiera por tener en sus manos la historia del pensamiento de la Humanidad. Toda a la vez y en un relato breve para su mejor contemplación. Y, así, se emitió hace unos días la primera entrega televisiva de esta sucesión de aconteceres en la biografía del filósofo ateniense Platón. Vano intento, porque quiere Televisión Española darnos una vida enlatada, como un alimento en conserva, un producto muy bien elaborado, pero sin la gracia de la voz hecha palabra que alienta.
El pensamiento de los filósofos está en sus obras y solo puede comunicarse convenientemente a través de un profesor entusiasmado en el discurso que lo desarrolla (la voz entusiasmo en griego significa endiosamiento), en presencia de unos alumnos que manifiestan la extrañeza de sus ojos orbitales cuando contemplan la realidad de las ideas platónicas, como la verdad, la belleza y la justicia, ese mundo de la autenticidad frente a las apariencias del mundo sensible donde todavía estamos empadronados.
Este edificio del pensamiento platónico nunca podrá alzarse manejando solamente recursos de las técnicas audiovisuales, sino más bien transitando por el puente levadizo de las palabras, del aliento de un profesor que está leyendo el texto de un filósofo que va de boca en boca en la conversación de los alumnos. Y lo tienen en sus manos.