Javier López-Galiacho

Javier López-Galiacho


La noche que mataron a Lluch

24/11/2020

Hace ahora 20 años, a la misma hora en que un cobarde sicario etarra descerrajaba por la espalda dos tiros al exministro Ernesto Lluch, el entonces secretario de Estado de Justicia, José María Michavila, se había sentado a mi lado para dar inicio, como invitado, a una cena coloquio en el Colegio Mayor de San Pablo. Entonces, este columnista dirigía ese conocido centro formativo universitario y habíamos cerrado con su jefe de gabinete, el albacetense Santiago Martínez Garrido, su presencia en la cena. Cuando Michavila estaba contestando a una de las inteligentes preguntas que suelen hacer los colegiales paulinos, miró hacia el móvil y me dijo: «Director, perdóname, hay una llamada importante, salgo un momento». A los cinco minutos volvió a entrar cariacontecido y nos dijo: «ETA ha asesinado en Barcelona al exministro Lluch». Tras el inicial impacto le sugerí suspender la cena, pero él sin vacilar respondió: «Sigamos adelante, director. A Lluch le gustaría vernos propagando los valores democráticos entre nuestros jóvenes». Gesto de altura de Michavila que aún conservo en mi memoria. Fue Lluch un ministro ilustrado. De esos que ya no se estilan. Cuando ETA lo asesinó había dejado escritos 23 libros, 25 capítulos de obras, 400 artículos en revistas especializadas y unas 1.400 colaboraciones periodísticas. Cuando los ministros tenían el decoro de visitar las provincias, Lluch llegó a Albacete en noviembre de 1985 para inaugurar, por fin, nuestro Hospital. Más tarde visitó Hellín para impulsar el primer centro hospitalario a construir fuera de la capital. Mataron a Lluch, pero su ejemplo democrático, por el que abogó Michavila para continuar aquella cena, ha ganado por goleada. El drama es que los que no denunciaban aquella violencia, hoy sostienen, sin arrepentimiento ni perdón, la gobernación de España. Excrecencia llama a eso, con acierto, Adolfo Suárez Illana.