Fernando Fuentes

Fernando Fuentes


8-M

09/03/2021

Que en pleno fragor de la pandemia, con miles de los nuestros aun muriendo, hayamos estado discutiendo durante más de dos semanas la pertinencia, o no, de la celebración de las manifestaciones del 8-M es para hacérnoslo mirar y con carácter de urgencia. El problema más grave que puede atesorar el ser humano es no saber aprender de los errores. O lo que es aún más penoso: caer en los mismos a sabiendas de lo fácil que hubiera sido impedir sus letales consecuencias. En el 2020 ya se advirtió de que reunir a miles de personas en las calles de Madrid, cuando empezaban a detectarse los primeros efectos del coronavirus, era algo tan irresponsable como innecesario. A pesar de ello se hizo y nadie en su sano juicio se traga que aquellas concentraciones no fueran un foco de propagación del maldito virus por todo el país. Bien, pues un año después hemos estado en las mismas. Pero con 100.000 muertos sobre nuestro dolor y conciencias. Si debemos de haber entendido algo, en estos meses de pandemia, es que la salud tiene que estar por encima de todo lo demás y siempre. Incluido de lo económico y, por supuesto, de lo político e ideológico. Sin vida ni hay empresas, ni superávit. Tampoco derechos o progreso. Ni siquiera habría lugar para el asqueroso machismo; ni para nuestras mujeres valientes luchando por un futuro más justo y libre. Qué estupendo habría sido celebrar dicha fiesta como lo merece, a lo grande; pero desde la rigurosidad que exige el respeto a una situación sanitaria en riesgo extremo. ¿Solo a base de pancartas, gritos y acumular gente sobre el asfalto somos capaces de ser escuchados por nuestros dirigentes y el resto del pueblo? Y azuzando este desmán nos topamos con la marquesa de Galapagar. La misma que disfruta tanto saliendo en la portada del Hola luciendo palmito, en su millonario casoplón, como luciendo pañuelos palestinos y puño en alto. Afirmar que -la lógica por argumentada- prohibición de dichas reuniones masivas, obedecía a intereses contrarios a las mujeres, es una boutade propia de una irresponsable de la baja talla política de Irene Montero. Alentar al personal a desobedecer las recomendaciones de las autoridades sanitarias la asemeja a ese Echenique enalteciendo a los salvajes que saquearon tiendas -y atentaron contra policías- con la fútil excusa de lo de Hasél. Feliz Día de la Mujer, en especial para todos -entre los que me incluyo- que elegimos festejarlo ayer sin poner en peligro la vida de nadie.