Pedro J. García

Pedro J. García


Una noche de recuerdos

25/12/2020

La Nochebuena fue distinta, como lo es todo el año desde que en nuestras vidas entró el invitado no deseado del coronavirus, y las mesas de nuestros hogares, además de los mejores manjares que cada uno pudo y supo preparar, se llenaron de recuerdos, más que de discusiones entre monarquía o república, como pronosticó el vicepresidente del Gobierno Pablo Iglesias, una vez más errado en su previsión.

Mis recuerdos viajaron a Alcadozo, donde pasé 48 de las 49 nochebuenas que he vivido y pensé en mis padres, cenando ayer en solitario, en contraste con la algarabía creciente que se formaba, porque el número de comensales siempre fue en aumento, los hijos  -hasta cuatro-, las parejas de los hijos, los nietos, las parejas de los nietos. Cada año más, con búsqueda de espacio para acoplarnos todos, menos ayer, que sobró mesa.

Antes de cenar cerré los ojos por un momento y vi a mi hermana Josefina y a su marido Paulino afanados en preparar lo mejor posible el marisco traído desde Santa Pola -donde anoche cenaron en solitario-; a un servidor de 'traidor' -suelo ser al que mandan a por las cosas que hacen falta o el de los recados de última hora-; a mi madre preguntando por mi padre, que se pierde más que una 10-11 para acabar siempre en el sillón del salón, medio dormido, debido a los parches de morfina que usa para paliar el dolor de su maltrecha espalda, a mis hijos y sobrinos empezando la fiesta desde la sobremesa -"juventud divino tesoro, ¡ya te vas para no volver!”-, como escribió el padre del Modernismo, Rubén Darío; a mi hermana Mari a caballo entre la casa de mis padres y la de sus suegros -este año faltó Manolo, la persona con mayor fuerza de voluntad que he conocido-; a mi hermano Juan llegando casi todos los años tarde, con una media sonrisa que es inversamente proporcional a la que refleja la cara de mi cuñada Conchi…

Abrí los ojos y sentados en la mesa junto a mí solo vi a mi mujer, mi Teresa, y a mi hija María, pero me percaté de que tenía hinchado el pecho, porque en mi corazón estaban mis padres, mi hermano mayor, mis dos hermanas, mis cinco sobrinos, mis dos cuñados, mi cuñada y, sobre todo, mi hijo Álvaro, confinado por el dichoso virus.

Feliz Navidad