Fernando Fuentes

Fernando Fuentes


No todo vale

13/04/2021

No todo vale. La información si no es veraz no es. No puede estar supeditada al servicio de los intereses de cualquiera por encima de sus inherentes y sagrados valores. Y cuando esto sucede y nuestra querida profesión cae en manos de quienes nunca amaron, ni respetaron, la Justicia debe de entrar de pleno para defenderla y, a su vez, protegernos a todos ante dicha mala praxis. Pero debemos ser nosotros mismos, los periodistas, los que nos enfrentemos frontalmente a ello para devolver a nuestro trabajo la dignidad perdida. El descreimiento es nuestra peor pesadilla. Desde hace mucho tiempo demasiada información está al servicio del poder. Del público y del privado. A pie de sus caballos. Abatida y despreciada. Utilizada de forma caprichosa y torticera. En el mismo instante en el que usted dudó de la veracidad de una noticia leída en un periódico, escuchada en una radio o vista en un telediario, todo se derrumbó para siempre. Y eso ya es irrecuperable. Y los que han querido que así sea merecen mil años de desprecio y castigo. Nunca debimos permitir que nuestro mayor tesoro -léase, la verdad- cayera en manos de gente que solo la quiere prostituir en su propio lucro. A ese joven, impoluto y bello ente -sin el que no se puede entender vivir en paz y libertad- ahora se le puede ver vestido con andrajos, luciendo moratones y pinchazos en sus antebrazos, tirado en cualquier esquina a la espera del mejor postor. Han yonkizado a la bendita libertad de expresión. Y todos hemos ayudado a ello. Unos -por ser los culpables directos- y otros -por haberlo permitido-. Sí, el pueblo tiene la obligación de ser el último vigilante de que la verdad no sea mancillada. Al igual que las asociaciones que reúnen a sus profesionales. Pero, sobre todo, somos los que estamos a diario al frente de las trincheras periodísticas los que tenemos la encomienda de combatir contra estos adalides de la falsedad en forma de libelos, fakes, memes, vídeos, etc. Solo de esta forma podremos ir recuperando, lento pero seguro, el mucho terreno que nos ha ido ganando la peor forma de periodismo imaginada, esa que se cocina con productos podridos, con solo el objetivo de indigestar, cegar y predisponer al pueblo contra quien, o que, realmente no lo merece. Todo no vale.