Después de un septiembre mudo y otro a medio gas, se nos presenta el más esperado por la gente de Albacete. Después de la larga y agónica travesía por el desierto, llegamos de nuevo al vergel de la alegría y de la ilusión más nuestra. 
Arranca hoy la feria, nuestra feria, la de siempre, la que nos secuetró la maldita pandemia, la seña de identidad de esta ciudad manchega. El orgullo de mi tierra, el buque insignia, la mejor carta de presentación.
Y sí, hoy hay cabalgata, la que quizá no sabíamos apreciar «antes de», de la que hablábamos con indiferencia, a la que minusvalorábamos con expresiones tales como «si todos los años es lo mismo». Y desfilarán por las calles historias personales, miradas al cielo que envían besos, ausencias suspiradas, nudos de garganta, lágrimas de emotividad, pero también lo harán proyectos ilusionantes, ganas de vivir y de reír, pasos disfrutones y manos veteranas aferrándose a otras más menudas que observan maravilladas el espectáculo. Y sí, hoy se vuelve a quedar en el pincho, el mástil que sostiene la vida social estos días. Y sí, hoy arden los grupos de whatsapp pidiendo complementos de trajes regionales, planeando la tarde que se prevé emocionante. 
Dicen de ésta que será la feria del reencuentro, pero es mucho más, es la feria necesaria, la terapéutica, la feria vitamina, la que regresa con más energía que nunca, la de los abrazos que salen a celebrar, la feria que nunca se debió ausentar y la que pido a Dios que jamás lo vuelva a hacer.