Antonio García

Antonio García


Normalidad

04/10/2021

Ha tenido que relajarse el rigor de la pandemia para que podamos sintonizar con otras noticias. Durante más de un año tuvimos monotema: seguían ocurriendo cosas, por supuesto, pero estas se quedaban en anécdota ante el tsunami informativo de vacunas, «irresponsables» y otras derivaciones pandémicas. Así, la murga catalana desapareció del mapa, igual que la vicisitud de una monarquía quebrantada por las corrupciones del cabeza de familia. La impresión de que se habían resuelto los problemas de independencia o de que se había devuelto la confianza a la institución regia era una impresión falsa. En cuanto las informaciones sobre el bicho han perdido soberanía, personajes casi olvidados o en hibernación han vuelto a salir a la luz, si bien ahora en dura competencia con otra fuerza de la naturaleza, la erupción de La Palma. Pocos nos acordábamos de Puigdemont, hasta que se supo de su detención y liberación en Italia, o del rey ausente Juan Carlos hasta que se anunció un libro sobre él que es también un descargo de conciencia. Esta sí que es «la nueva normalidad», y no la barra libre de los bares o la relajación de mascarillas. La normalidad es poder hablar de asuntos que no tengan relación con hospitales, distancias de seguridad y confinamientos, que para eso ya está Muñoz Molina con su último y un pelín bochornoso libro (Volver a dónde). La señal irrefutable de que nos vamos poniendo buenos -sólo un interregno en espera del siguiente virus o catástrofe- es que, tras  meses de noticias colectivas, regresan los nombres propios, las individualidades: Puigdemont, Juan Carlos, y hasta un Antonio Gasset, maestro de despedidas que esta vez se ha despedido de verdad y para siempre.