Javier López-Galiacho

Javier López-Galiacho


Nostalgia de futuro

29/12/2020

Despedimos este 2020, el año en que jamás vivimos tan peligrosamente. Pronto nos dimos cuenta de la falsedad de esa aparente seguridad en la que parecíamos vivir instalados. Craso error. Ya nos advertía Shakespeare que la seguridad es el enemigo número uno de los mortales. Desde marzo nos robaron los abrazos, nos instalaron en una prisión preventiva. Fuimos conscientes de una falta clamorosa de liderazgo político de unos y de otros. Sólo esa sociedad civil, organizada y poderosa, supo estar a la altura de lo que requería una gran nación como España. Como en uno de esos Episodios Nacionales galdosianos del siglo XIX, a la España del año 2020 la han sacado adelante, no los generales Narváez o Espartero de este tiempo (Sánchez o Iglesias), sino los héroes anónimos de hoy, esos a los que aquellos valientes Araceli, Monsalud, Calpena, Fajardo o Tito Liviano, protagonistas de los Episodios de Galdós, parecen haberles cedido el testigo de nuestra dignidad. Hablo de sanitarios, camioneros, cajeros de supermercados, boticarios, quiosqueros y tantos otros autónomos que han sostenido la vergüenza torera de un país. Sí, esa España unamuniana, intrahistórica y por tanto anónima y silenciosa, ha sido una vez más médico de sí misma. Ahora nos toca reconstruir esta devastación social de fondo y forma. Ponernos en la cola de la vacunación como cuando éramos niños. Confiar en que las leyes del mercado y Europa nos saquen de este Poseidón volcado que es España. Nuestro problema es que al frente del trasatlántico español no hay un reverendo Scott (aquel genial Gene Hackman de La aventura del Poseidón), entregando su vida en pos de unos desesperados pasajeros atrapados en un barco girado en el mar. No nos queda otra, lector, que agarrarnos al palo de la vela del futuro. Por primera vez en mi vida sólo tengo nostalgia del futuro. Confiemos, una vez más, en España como médico de sí misma. Algo tiene esta grandísima nación para que, como dice mi amigo Javier Gomá, cuando se ve ante el mismo borde del precipicio siempre echa un paso hacia atrás.