Es preocupante que estemos asistiendo a una fiebre censora e inquisitorial que se expande por países que desde hace siglos han sido paladines en el avance de la sociedad y en la consolidación de los valores democráticos. La aparición e imposición de un trasnochado puritanismo está influyendo en una dinámica en que vuelva a escandalizar todo aquello que parecía haberse ya superado. Ejemplo de ese paso atrás, y muy comentado en estos días, es el caso de la profesora que ha sido cesada en un colegio de Florida por estudiar en sus clases de arte el David de Miguel Ángel, una de las obras cumbres del Renacimiento. El cese por tal motivo no es ni una cuestión menor, ni un caso aislado; así, sólo en los últimos años hasta un total de 25 estados norteamericanos han reformulado los formatos de enseñanza relacionados con la orientación sexual y la identidad de géneros, por no hablar también de las cuestiones racistas. En Estados Unidos, hoy por hoy, grupos ultraconservadores registran cifras récord de denuncias contra obras de arte, desde la literatura a la pintura o la escultura, basadas en pautas relacionadas con la sexualidad.
Ante lo que está sucediendo en el país que dice ser el abanderado de las libertades, estamos hablando de un país donde es más fácil escandalizar por la desnudez del David de Miguel Ángel que por el recalcitrante racismo de su sociedad, las matanzas en centros escolares o el aumento de las desigualdades. Un país que se escandaliza más por que en los textos escolares muestren desnudos en las obras de arte que porque alguien entre en las aulas repleto de armas, es una sociedad que necesita de un nuevo renacimiento.